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A ojo de buen cubero

DE PASEO Y DE VINOS POR LA RIOJA ALTA

¿Qué es La Rioja? Un mar de vinos, sin duda. Y un mar (nunca mejor dicho) de tierras con suelos y microclimas diferentes que provienen de lo que hace millones de años fue un mar poco profundo cuyo lecho se vio forzado a elevarse tras el choque de dos placas tectónicas. Este evento propició la conformación del gran valle o depresión natural que vertebra el Rio Ebro, y su curso fluvial varió de tal manera que pasó de verter sus aguas en el Mar Cantábrico a hacerlo en el Mar Mediterráneo tras crearse la depresión, comprimida entre la Sierra de la Demanda (que inicia la meseta castellana) y los Montes Obarenes con su continuación natural de la Sierra Cantabria que la separa del norte atlántico.

Así pues La Rioja es una casualidad geológica o zona de transición natural en medio de dos realidades climáticas opuestas: el cantábrico atlántico y el mediterráneo cálido, con la meseta castellana continental como tercer invitado al fondo. Y mira por donde, con el correr de millones de años por estas tierras y la otra casualidad que supuso el advenimiento de esa casta de uvas llamada tempranillo, resulta que se ha llegado a combinar una suerte de simbiosis poco menos que perfecta entre esa planta y el medio geográfico, según fueron girando cosechas, prácticas culturales y otras vicisitudes.

Efectivamente, la variedad vinífera tempranillo viene a encontrar como los más idóneos para medrar a su gusto estos lares, por su configuración edafológica con su ambiente climático y su régimen de lluvias tan propicio (las cepas de tempranillo precisan de un aporte hídrico cíclico y regular en los meses de verano, que las masas de aire caliente que por aquí se forman regularmente, al no poder escapar, se elevan y enfrían para caer luego como tormentas de verano). La tempranillo y La Rioja.

EL PASEO POR LA RIOJA ALTA Y SUS CUENCAS FLUVIALES

Pero sigamos hablando de aguas para hablar de los suelos de la rioja alta (sin olvidar, no obstante, el régimen de vientos que cada atardecer se adueña de la cota sur del Obarén). Aparte de las circunstancias climáticas con el factor determinante que supone la altitud y latitud, encontramos cuan pertinente puede resultar si hacemos una primera clasificación de las características de los distintos tipos de suelos en función de los cursos fluviales que diversifican la composición del paisaje riojalteño. Según aprecia Jorge Muga, de Bodegas Muga, es muy peculiar cómo, por ejemplo incluso el pequeño afluente del rio Tirón por su margen izquierda, el rio Ea, conforma dos zonas diferentes de suelos: más gravas, arenosas y de aluvión a un lado mientras que al otro predominan las arcillas calcáreas, ello a su vez propicia un distinto componente mineral que luego se manifestará en los vinos.

Pero es definitivamente el Rio Oja el que nombra la región. Es obvio. Como obvio es que cuando este se encuentra con el rio Tirón por su margen derecha a la altura de Cihuri, en la zona conocida como “dos aguas” y a la vera del priorato que allí se edificó junto a un precioso puente romano del siglo II, ya se forma una corriente fluvial importante, el Oja-Tirón, que en su discurrir hacia el Ebro en Haro, donde entrega sus aguas, va definiendo unos terrenos con unos microclimas que condicionan el tipo de cultivo. Así nos encontramos que es sobre todo de Cihuri hacia Sajazarra donde se empieza a ver viñedos, que se hacen más evidentes por las pequeñas lomas que suavemente van escalando la cota sur del Obarén desde las Conchas de Haro, pasando por Villalba de Rioja, la Finca El Ternero y hasta Cellorigo. Ya más todavía hacia el occidente, en la zona límite de cultivo de la DOC Rioja, incluso en terrenos todavía muy blanquecinos, arcillosos, se encuentran viñedos arriesgados, pero que cuando viene propicia la climatología dan uvas soberbias; igual que en Cuzcurrita.

En la cuenca del Oja, en su margen derecha y cerca de Castañares de Rioja, en terrenos perfectamente planos (bien puede ser la zona más fría de La Rioja con una cierta influencia continental) y rodeados de otro tipo de cultivos, nos encontramos con otra particularidad que seguramente más pronto que tarde se acogerá al concepto de Vino de Pago, Finca la Emperatriz. De alguna manera es un viñedo único asentado en suelos profundos pero pobres, cubiertos totalmente por cantos rodados, de origen aluvial y estructura franco-arenosa con buen drenaje lo que provoca en la planta de vid un cierto estrés, lo cual resulta favorable en época de maduración.

Pasamos a otra cuenca fluvial, la del Rio Najerilla, y aún en la rioja alta cambiamos totalmente de registro. De la mano de Angel Villar, viticultor de la zona con un profundo amor por su tierra, recorremos esos pagos entre Alesón y Camprovin. El intenta elaborar vinos de calidad con la fruta de unos parajes por otra parte un tanto desdeñados, pero que a buen seguro darán muy agradables sorpresas a no mucho tardar. Angel quiere reivindicar la singularidad de los terrenos al sur de la N-120, con viñas escondidas en las traseras de Nájera, extraordinarias las que se encuentran en suelos pobres y áridos, así como otras que se extienden hacia Camprovin donde pueden encontrarse a más de 700 metros de altitud (probablemente lo más alto y más al sur de La Rioja).

Entre hermosas plantaciones de nogales y otros cultivos, aprovechando laderas y óptimas exposiciones, se engarzan las cepas de tempranillo en suelos arcillo-ferrosos, rojizos, ricos en sustratos y que retienen el agua, sí, pero que Angel labora con inteligencia y sentido común para extraer la mejor fruta posible. Para ello entiende que la única manera es no abonar y no labrar mucho: es pionero en dejar que la hierba espontánea crezca en el ancho entre los renques, para que deslice mejor el agua y no se filtre demasiado, pues es la zona donde más llueve en la rioja vitícola. Además no se va más allá de los 5.000 kilos/ha. para que madure bien la uva y de luego esos vinos de corte atlántico: aromáticos (mineral de hierro), de gran color, y frescos, muy frescos; vinos que igualmente son de largo desarrollo, necesitan tiempo de barrica para desarrollar todo su potencial de finura y complejidad.

Paseando por esos contornos donde se hace notorio el color rojo de la tierra, y donde los alfareros romanos de la antigua Tritium ya utilizaban esas arcillas, se descubren microzonas con posibilidades en vallecitos orientados de este a oeste; y desde su parte alta se pueden contemplar las vistas impresionantes del circo natural con la peña Tobía y el pico del San Lorenzo recortando el horizonte. Esta debe ser también tierra para el tempranillo del futuro por mor del cambio climático, y no tanto de la garnacha que con su ciclo más largo sólo llegaba a dar los claretes de otros tiempos. En fin.

LOS VINOS Y EL CARÁCTER RIOJALTEÑO

Está claro que se es de donde se nace, y aunque en La Rioja en general el truco y el embrujo de sus vinos resulta de la sabia y equilibrada mezcla de lo mejor de sus distintas zonas con las particulares aportaciones de cada una, es evidente que se pone de manifiesto enseguida cómo los vinos que provienen de las tierras de estos parajes riojalteños, regalan notas que bien sea por su finura, por su elegancia, por su frescor o sutileza y complejidad se pueden adscribir como propias de la rioja alta. Y qué mejor que comprobarlo con el Viña Alberdi de La Rioja Alta, crianza fiable de un “coupage” de tempranillos hecho en el campo que responde a la filosofía actual de la bodega: seguir mostrando ese estilo concreto de vinos clásicos pero renovados, sutiles y elegantes, donde se muestran los frutillos silvestres ensamblados con canelas de buen roble; alegre y vivaz al tiempo que despliega una continua sedosidad en todo el paso de boca junto a una retronasal realmente marcada.

Seguimos en Haro, en el barrio de la estación, donde ahora destaca la imponente torre de Bodegas Muga. Otro hito de vino auténtico de la rioja alta con resonancias mundiales: Aro. Si Haro es grande por sus vinos, un vino como este recién llegado Aro engrandece aún más si cabe el nombre de la ciudad y el de sus creadores. Color rojo picota con irisaciones granate en capa fina; brillante y muy cubierto. En nariz es limpio, complejo. Hay densidad de aromas; sobresalen los de frutas maduras en compota con otros que recuerdan a néctar de flores. Fondo especiado; grafito; turba; ebanistería fina; notas de toffee y más minerales. Es en boca, sin embargo, donde el vino se entrega: magnífico en la entrada con taninos dulces que bailan en el paso de boca con una fina acidez y sensaciones minerales muy puras. Sedosidad y nitidez en un posgusto impecable. Aro es un vino sorprendente: el equilibrio entre sus componentes -estructura frutal, alcohol y acidez- entre sí y con la madera (increíblemente integrada) es tal que ya desde el inicio de su vida en botella está perfecto para ser disfrutado.

A los pies de los Obarenes, en el precioso pueblo de Sajazarra que enseñorea el castillo del mismo nombre y que a su vez nombra la bodega, probamos Digma, su vino estandarte. Bonito color y muy limpio en nariz. Se perciben aromas intensos de frutos silvestres sobre un fondo de torrefactos: cacaos, pan de especias; aparecen también balsámicos que recuerdan a la miel con tinta china, crocanti, atisbos minerales, y cuando finalmente se abre, regala esencias florales seductoras como la violeta y la manzanilla. En boca es sedoso, fresco y sabroso, de un tacto bucal limpio, nítido y delicado. Cuerpo medio, ágil en el paso de boca, estilizado y fino; con mucha fruta y un roble de calidad que acompaña en armonía. Carácter de juventud con notas minerales muy puras que bailan en el fondo de la boca junto a una acidez precisa y taninos jugosos de buena expresión frutal. No deja de resultar fascinante que de una tierra con tanta raigambre histórica y un clima tan al límite del cultivo de la vid pueda surgir un vino tan frutal, fino y delicado.

Desde un punto de vista conceptual como vino de pago, Finca la Emperatriz Viura Cepas Viejas viene a reivindicar las posibilidades de esta uva parca en prestaciones aromáticas. Lentas fermentaciones y un aporte comedido del roble nos da un vino fino, complejo, con un ambiente sugerente en la copa: melocotón sabroso, durazno, pomelo y flor de acacia con hierbas de manantial. En boca es sabroso, untuoso y amplio, con un tacto bucal con resonancias minerales, y largo, más fácil y accesible que un borgoña.

De la parte de San Asensio, con sus dos zonas: la que se mira en el Ebro y la otra más escondida detrás del pueblo, y con vocación de superar aquellas viejas historias de los claretes, nos encontramos Oscar Tobía Reserva, un vino pujante, actual, fermentado en depósitos inteligentes donde se controla temperatura, densidad y potencial redox utilizando la propia energía del proceso fermentativo. La maloláctica se realiza en barricas con robles distintos y los resultados se ponen de manifiesto: vino que busca la autenticidad, limpio, potente, honrado; de amplios registros sensoriales y con profundidad en sus notas que recuerdan a frutos de bosque, ciruela Claudia, balsámicos y farmacopea. Fruta muy madura engarzada en un roble muy bueno. En la boca es puro sabor y deja sensaciones muy apetitosas.

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Claves de vinos y apreciación sensorial

Sobre el autor

Sólida formación como docente en Cursos de Análisis Sensorial de vinos y otros productos agroalimentarios; dilatada experiencia en servicios de alta gastronomía; disfruta transmitiendo su pasión por el mundo del vino y su cultura. Desde 2001 colabora en ayudar a descubrir lo fascinante del uso de los sentidos para gozar plenamente del los vinos y gastronomía en La Rioja. Director de www.exquisiterioja.com


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