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Carta a Sagasta

Procesión de políticos

Dirigentes políticos en la procesión de San Felices de Haro, el 25 de junio del 2015

 

Querido prócer. Como ya te informé en su día, con ocasión de su precampaña del 24M, Concha Andreu, entonces sólo candidata del PSOE y hoy flamante líder parlamentaria de su partido, convocó un desayuno informativo para desvelar las claves del programa de su hipotético gobierno. Como luego no hubo tal, puesto que el PP volvió a ganar las elecciones y ahora gobierna gracias al apoyo de Ciudadanos, Andreu no tendrá por lo tanto que dar explicaciones de las promesas contenidas en su discurso. Entre ellas, una no demasiado relevante pero que tiene algo que ver con los usos implantados en La Rioja durante el largo periodo de Pedro Sanz en el poder: la tradición de que políticos de todos los colores peregrinen en procesión por La Rioja entera, allá penas si visten ropajes ideológicos de derechas o de izquierdas, si proclaman su laicismo o se sienten vinculados a la idea de España como país de raíz católica y cristiana.

Tal vez recuedes que esa promesa de Andreu obedecía al lema de su campaña, bautizada así: ‘De otra manera’. Un eslogan sutil para informar al posible votante de que ella y su partido escaparían de algunas señas distintivas que caracterizaban al PP riojano. De modo que tenía sentido, según esta intepretación de la política riojana, lo anunciado en el capítulo dedicado a ‘Gobierno cercano y transparente’: “Reducir las actividades de representación en actos lúdicos”. ¿A qué se refería Andreu? Lo explicaba ella misma a continuación: “Se reducirán las actividades de representación, los coches oficiales y la acumulación de representantes políticos en actos festivos y lúdicos”.

Podrás suponer que la dirigente del PSOE aludía con esas palabras a su intención de despegarse del modelo Sanz de ejercer la vida política. Como sospechas, Andreu se refería a esa sobredosis de actividad que distinguía al expresidente, a quien ha sido habitual ver en un sinfín de convocatorias a lo largo y ancho de La Rioja; entre ellas, cierta propensión contagiada a sus colaboradores a participar en actos de contenido festivo, que como es propio en España disponen de un alto contenido religioso. Andreu se comprometió a acotar ese protagonismo, ese desfile de dirigentes detrás de la imagen del santo de cada municipio: así que el 18 de junio prometió su cargo como parlamentaria y el día 25, una semana después, se le vio en Haro con otros responsables del PSOE. ¿El motivo? La procesión de San Felices, patrón de esa localidad, en el día grande de sus fiestas.

Ahí la puedes ver en la imagen que adorna estas líneas. Junto con otros dirigentes socialistas, Andreu camina en procesión. ¿Por qué se aleja de sus promesas, te preguntarás? Tal vez la respuesta tiene que ver con la impopularidad que, a juicio de esos mismos dirigentes, merece entre la ciudadanía ver a sus representantes ajenos a estas tradiciones. Alguno de ellos confiesa que el día en que opte por quedarse en su casa o haciendo otras cosas con motivo de cualquier hito religioso arraigado en su pueblo, estará liquidado para los restos. A mí es una observación que me molesta: como ciudadano de esta misma región, no me parecería mal que mis administradores hicieran profesión de fe más ciudadana que religiosa. Les pago su sueldo para que, como subordinados míos que son, gobiernen con criterio el territorio. No les pido mucho más y me malicio que esta opinión mía puede ser compartida por miles de convecinos, aunque es solo eso: una opinión.

Me parecerá bien que haya quien sostenga lo contrario. Quien proclame que nuestros dignatarios no sólo pueden sino que deben acompañar en procesión a cada riojano en cada municipio de la región. No tengo nada en contra, sino a favor: que los dirigentes confraternicen con el elector sólo puede provocarles consecuencias benéficas. Pero, igual que a ti, me llama la atención que se prometa una cosa y se haga otra. Me sorprende que en privado algunos muestren sus quejas por tener que someterse a ese calendario de procesiones y luego se sumen a ellas. Y me sorprende todavía más que los dirigentes de la otra izquierda, la supuestamente radical, se agreguen con desenfado a este tipo de ritos que en teoría se sitúan en las antípodas de su ideología.

Gobernar exige sin duda mano izquierda, nunca mejor dicho. La misma que precisa cualquier representante político. La misma que necesitamos todos en nuestra vida, víctimas tantas veces de tantas contradicciones. Así que me limito a compartir contigo estas cavilaciones en busca de tu sabio consejo: en tus tiempos de prócer, ¿también procesionaste por España entera? ¿Te parece que predicar una cosa y hacer lo contrario procura réditos electorales? Mientras quedo a la espera de tus respuestas, te recuerdo que apenas una semana después de que tomara posesión su Gobierno, también José Ignacio Ceniceros mandó de procesión a sus consejeros y se implicó igualmente en cometidos semejantes; de paso, te releo lo dispuesto en el artículo 16 de nuestra Constitución, donde se sentencia que queda garantizada la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos “sin más limitación que la necesaria para el mantenimiento del orden público”. Y añade: “Nadie podrá ser obligado a declarar sobre su ideología, religión o creencias. Ninguna confesión tendrá caráter estatal”.

Así que tú mismo, querido prócer. Y feliz verano: te prometo la visita anual a Torrecilla.

 

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