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Carta a Sagasta

Arquitectura de fachada

Antigua Alcoholera de Haro. Foto de Teresa y Justo Rodríguez

 

Querido prócer: como te tengo advertido, la arquitectura tiene cosas que la razón no entiende. Si te preguntas a qué se debe tan sombrío diagnóstico, te aconsejo que hagas como yo, desertes de tu pedestal (sofá en mi caso) y deambules un rato por Logroño y resto de La Rioja. Comprobarás que hay motivos para inquietarse por el misterioso modo empleado en abrillantar nuestro territorio, sometiendo al patrimonio habido y por haber a una singular cirugía consistente en reformar lo antiguo… pero una vez derribado. Será por supuesto un avance insólito en materia arquitectónica, pero como me confieso profano en ese ámbito prefiero compartir contigo mis cavilaciones. A ver si arrojas algo de luz.

Viene esta digresión a cuento de un paseo reciente por el Hospital Militar que fue, Palacio de Justicia que será. Luego de innumerables intentos por rehabilitar tan magno edificio, triunfó la idea de que sirviera como alojamiento para la ancha legión de jueces, fiscales y resto de profesionales de la cosa jurídica. La ocurrencia en sí ya me parece mejorable, porque el centro de Logroño sufrirá un nuevo estoconazo, abandonarán sus calles muchos de quienes ahora la transitan y perderá en consecuencia la vida ciudadana. ¿La ganará el barrio al que ahora se desplazan los mandamases judiciales y resto de la tropa? Ojalá. Pero permíteme que lo dude: la reciente experiencia con la Bene, inmueble gubernamental que en teoría iba a galvanizar todo el entorno, no concede margen para muchas alegrías. El barrio que la acoge sigue estando en nuestra periferia. Sobre todo, en nuestra periferia emocional.

Pero lo que de verdad me asombra es la índole de la intervención acometida en el nuevo Palacio: sólo queda en pie la fachada. De donde me pregunto para qué queríamos rehabilitar ese edificio. ¿Para derribarlo? ¿A tal cosa llamamos ahora reforma? La Bene vecina se ofrece también como ejemplo contrario: sus piedras se mantuvieron más o menos en pie, albergan un sinfín de actividades y su sombra tutelar sigue acompañando al paseante. Dicho de otro modo: nada que ver con el Palacio que viene. Porque en realidad el nuevo Palacio de Justicia es eso, completamente nuevo. Del antiguo y majetusoso Hospital apenas queda nada. Ni memoria, ni astillas. Apenas la fachada: como metáfora de nuestra civilización me parece insuperable. Esta es una sociedad de apariencias, como ves. fachada. Me malicio que semejantes maniobras serían las propias de una improbable Escuela de Arquitectura de Logroño: la demolición como propuesta de reforma. Rehabilitación a la riojana. Hay múltiples ejemplos: el primero, según mi apresurado recuento, se llevó a cabo en la casa que hace esquina entre Avenida de Portugal y Daniel Trevijano, derribada su fachada para levantar otra igual que la anterior. Igual… aproximadamente. Otro tanto ocurrió luego en el bellísimo edificio del Espolón que fue sede del Banco de Vizcaya, algo parecido pepretró después en Los Gabrieles… Arquitectura moderna, supongo.

En este viaje hacia la vanguardia, hacia la posteridad, los autores de tales ejercicios no han estado solos: les ha hecho feliz compañía la Administración en cualquiera de sus niveles y el creciente desinterés ciudadano por lo que en teoría es suyo, lo que en teoría es de todos: la memoria. Hace unas décadas, yo solía viajar a Bilbao en autobús, con parada en Haro. A la ida y a la vuelta, el vehículo ingresaba en la llamada capital de La Rioja Alta regalando al viajero un hermoso paseo junto a la antigua Alcoholera. Un delicado conjunto de edificios, recuerdo de nuestro más glorioso pasado, dotado de esa elegancia que aporta el paso del tiempo a aquellos vestigios de la Historia que sí merecen la pena. Un día, el alcalde de turno decidió demoler aquella preciosidad. Yo no daba crédito, pero parece que a los vecinos de Haro les pareció fetén la idea. Tan fetén como el espantoso solar que saluda al visitante desde entonces, porque la Alcoholera se dinamitó para que le sucediera la nada, una parcela vacía, una escombrera. Veo las fotos que ilustran estas líneas, debidas a Teresa y Justo Rodríguez, y me invade la nostalgia. Ahora, unos cuantos años después de tanto abandono y cruel desidia, dicen que que van a construir unos pisos. Como se conoce que el actual parque de viviendas vacías de La Rioja necesita ampliarse, brindo gratis esta idea al arquitecto que ejecute la obra: que para ingresar en la nueva urbanización disponga una fachada vacía.

Una fachada levantada con los antiguos ladrillos de la añorada Alcoholera.

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