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Teri Sáenz

Chucherías y quincalla

El abrazo de Carlos Cuevas

No haga mucho caso a las crónicas que lea sobre la investidura de Pedro Sanz como presidente de La Rioja. Lo más jugoso de la sesión no estuvo en las palabras de los portavoces ante el atril (previsibles unos; desorientados otros) ni en las réplicas del candidato que se dejó para la segunda jornada el cobro de unas cuantas cuentas pendientes desde la campaña electoral. El punto álgido del acto quedó para el final. Cuando la mayoría del PP dio su respaldo sin fisuras al candidato (el PR se abstuvo y el PSOE votó en contra) y, una vez concluida la sesión, entre una marea de aplausos, a Sanz se le encogió un poco el gesto haciéndose humano.

Lo primero que hizo una vez reelegido ya oficialmente como presidente fue saludar la Aranzazu Vallejo que siempre ha estado, literalmente, a su lado en el escaño contiguo del Parlamento. Fueron dos besos protocolarios, algo tibios. Luego encontró un poco más allá la mano de Emilio del Río. Y fue a continuación, cuando el resto de los que deseaban felicitarle quedaban lejos, cuando Sanz se giró buscando a quien sabía que estaba detrás: Carlos Cuevas. Ambos se fundieron entonces en un abrazo intenso, efusivo, podría decir que hasta sentido. Un achuchón de esos en los que con una mano aprietas el antebrazo de tu amigo y con el otro le golpeas la espalda con fervor. Un abrazo que a punto estuvo de ser el preámbulo de alguna lagrimilla y que, en definitiva, dijo mucho más que lo escuchado durante las cuatro horas anteriores en el hemiciclo.

Después hubo más saludos, pero no fueron iguales. Estuvo el flácido que concedió a un Martínez Aldama que cruzó la sala para estrecharle la mano. Estuvo el respetuoso que repartió entre el resto de los diputados populares que conforman una Cámara abrumadoramente azul. Estuvo el fraternal que regaló al alcalde de Cervera y a su hermana presente en un momento trascendental para la familia Sanz. Estuvo el tremendamente amistoso que concedió a José Ignacio Ceniceros en cuanto bajó de la mesa presidencial del Parlamento. Estuvo el habitual a Concepción Gamarra

Pero de todos, el abrazo de Cuevas fue el más primitivo. Una forma tal vez -sólo Pedro Sanz tiene la respuesta- de sellar quién será el sucesor cuando su vida política concluya o Rajoy le llame consigo.

Fotografía: Juan Marín


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