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Teri Sáenz

Chucherías y quincalla

La corriente crítica del PP

Si por el PP riojano fuera, los periodistas nos moriríamos de hambre informativa. El control del partido es tal, su estructura tan hermética, que no hay fisura alguna por la que se escurra un comentario fuera del guión con el cual poder armar una elucubración plausible. La perfecta cara B del PSOE, donde casi cada militante forma por sí solo una corriente crítica y hasta la decisión más nimia es objeto de debate y tirantez. Un banquete de argumentos, en fin, para escribir una crónica infinita.

Con esas, el anuncio de que el nuevo congreso regional de los populares se celebrará el 28 de abril ha sonado a rutina. El trámite que el partido está obligado a cumplir después de la cita nacional de Sevilla donde sólo será noticiable el volumen de los aplausos que adornen la elección del líder. Porque, si había alguna duda, el líder no cambiará. Pedro Sanz se postula para repetir en el cargo al que accedió en 1993. Como era demasiado evidente la decisión, la cabeza indiscutida del PP la ha puesto de largo a la manera que marca el manual: no imponiendo nada, sino ofreciéndose a lo que pida el partido. Y por si alguien se atrevía a dudarlo, el partido querrá que continúe.

Hurgando mucho en la convocatoria, el foco de interés se dirige a las personas escogidas para redactar las ponencias que debatirá el congreso y los encargados de su desarrollo. La manera oficiosa de señalar el reparto de papeles en una estructura de poder prácticamente omnímoda, y que señala dos figuras como destacadas: Gonzalo Capellán y Concepción Arruga. Obligado el PP casi por protocolo a incluir al secretario general (Carlos Cuevas), el responsable de Organización (José Ignacio Ceniceros), un representante nacional (Conrado Escobar) y alguna pizca de municipalismo (Paloma Corres), los consejeros de Cultura y Hacienda aparecen como las figuras emergentes -además de Del Río como presidente de la cita y Ana Lourdes González como coordinadora- de un partido instalado en el colchón de la cuota de poder más alta de la historia y sostenido por un puño de hierro que no parece que vaya a dejar de apretar. Y eso, aún a riesgo de que una generación completa de los populares acabe soterrada por la única corriente crítica de Pedro Sanz: el propio Pedro Sanz.

 

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Sanz, en el congreso del PP de 1993 donde accedió a la presidencia del partido en sustitución de Joaquín Espert

Fotografía: Enrique del Río


marzo 2012
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