Pedro Sanz tiene una intuición, que en el lenguaje particular que maneja el presidente de La Rioja es sinónimo de certeza. Palabras así tienen un significado adjunto en boca del presidente. Como cuando anima “dar una pensada” a algo y en realidad quiere decir que desaparece. Fue dejar caer en el debate del estado de la región que había que “dar una pensada” al Consejo Económico y Social y, casi cuando salía por la puerta del Parlamento, el CES y los 300.000 que costaba su funcionamiento eran ya historia.

La última intuición de Sanz tiene que ver con la gratuidad de la autopista. Hace sólo dos semanas, el consejero de Obras Públicas anunció que los trayectos de ida y vuelta en el mismo día dentro del tramo riojano de la AP-68 volverían a cobrarse a partir del 1 de enero. El olfato de Sanz le dice ahora que no. Que llegará el 2013 y el convenio con Fomento seguirá como está. Por si el viento vuelve a cambiar de dirección en los próximos días, el presidente ha puesto fecha para que su intuición se cumpla (o no): el 1 de diciembre.

Como los chistes viejos, el anuncio incluye una noticia buena y otra mala. La buena es que parece más que factible mantener un servicio vital para miles de conductores que atraviesan a diario por la autopista ahorrándose no sólo dinero, sino el peligro real de accidente que conlleva circular por la N-232. La mala es que parece ser que las decisiones han pasado del plano de la objetividad al de los presentimientos.

El paso avanzado ahora por Sanz, y justificado primero en previsión de que Fomento denunciaría el convenio (aunque se incluía en los Presupuestos) y luego en la posibilidad de que no lo hará tras conversar con el secretario de Estado, desacredita en cualquier caso las razones esgrimidas por Antonino Burgos. Si hace quince días la partida para la gratuidad de la autopista era un gasto improductivo, se hace complicado entender que ahora vaya a volver a serlo. ¿Será gratis o no? ¿Se había negociado con el Ministerio o no? ¿Es necesario sufragar esos trayectos o no? ¿Burgos tiene credibilidad o no? ¿Es una rectificación o no? Decisiones de tal calado deberían estar circunscritas a números en vez de pálpitos. Por el bien de los que se arriesgan por la N-232, pero también por quien enarbola la confianza y la certeza como valores sagrados y enmienda a su propio consejero.

Fotografía: Enrique del Río