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Teri Sáenz

Chucherías y quincalla

Universidades de La Rioja

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La UR siempre ha mirado con recelo a la UNIR. Desde el anuncio de la ubicación en la comunidad autónoma de la Universidad Internacional de La Rioja, el campus de la Universidad de La Rioja observó con una mezcla de alergia e inquietud la presencia de un adversario a pesar de las diferencias entre ambas instituciones que van desde la financiación (privada) al ámbito de cobertura (trasfronterizo) y la más obvia de un modelo on-line frente al clásico presencial.

El resquemor, por supuesto, nunca se ha reconocido. Siempre ha tenido la forma de runrún de café o comentarios en voz baja que en público se han resuelto como procede en la primera división académica: con muestras de respeto y corrección mutua. Sin embargo la tirantez es obvia, y quien más claramente se ha atrevido a expresarlo es el PSOE. Ya cuando el Parlamento dio luz verde al proyecto de la UNIR mostró algo que más que dudas. “Esconde intereses inmobiliarios y no tiene garantías económicas”, denunciaba en octubre de 2008 la diputada socialista Inmaculada Ortega, que tachó de “chapuza” la iniciativa bendecida por el consejero del ramo entonces, Luis Alegre.

Detrás de todo ello se esconde (unas veces de formas más lantemente que otras) la competencia por el reparto de fondos relativos a becas o ayudas a investigación, pero sobre todo un prurito de identidad propia en el uso de la palabra ‘Rioja’. Una cuestión que desde la UR se ha contemplado con un intento de, sino fagocitar su apellido al menos compartirlo, e instalar la imagen de una doble oferta universitaria en la misma comunidad al estilo de lo que sucede Navarra.

La estratégica compra del edificio de Fernández Mueblistas para instaslar allí la sede central de la UNIR ha acabado de rematar ese estado de cosas. La “amenaza” para la UR ya no es algo etéreo diseminado en cuatro locales de Logroño, sino que tendrá, cuando se acondicione el inmueble, un imponente espacio físico de más de 5.000 metros cuadrados… a escasos metros del rectorado que ahora ocupa José Arnáez Vadillo. A la competencia en lo académico, nominal y hasta en la distribución de fondos venidos desde el Gobierno regional, se suma ahora una física que podría desembocar en otro temor que observan desde Avenida de la Paz, 93: que la UNIR abra el abanico enseñanza on-line también a la presencial y lo que han sido encuentros o exámenes puntuales en Logroño se conviertan en norma. La peor noticia para una institución atenazada por la limitación de recursos que obliga la crisis, el cuestionamiento del sueldo de algunos de sus responsables y la oferta de centros de comunidades limítrofes.

Aunque la pregunta más inmediata tiene que ver con la imagen: ¿cuál creerá un foráneo que es la universidad de La Rioja cuando entre a la capital por la circunvalación? El tamaño del cartel que cada una apuntale en el frontispicio de su sede lo dirá.

 

Imagen: José Ángel Martínez (fotografía de Justo Rodríguez)


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