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Teri Sáenz

Chucherías y quincalla

Escrache eres tú

escrachewEl yayo Tasio no entiende los escraches. Lo que le chirría, en realidad, es la palabra. Escrache le suena a enfermedad de los huesos, a un plato deconstruido por Ferrán Adriá, al rocío helado que pisa por la mañana en la huerta cuando va a remover sus renques. Le digo al abuelo que anda despistado. Que así es como se ha etiquetado a las protestas de la gente mosqueada ante los políticos. Tasio me mira como quien escruta a un marciano y me pregunta que dónde está escrito que los dirigentes estén blindados contra el malestar de la calle. Como ya me conozco su facilidad a encerrarme en callejones sin salida, le replico que para canalizar la opinión ya están las urnas, la democracia, las mayorías, el respeto institucional… Me deja acabar la retahíla democrática y contraataca interrogándome si en todas esa grandilocuencia de manual se incluye la ruptura de la palabra dada, el desprecio por la injusticia o el cambio de las leyes para aprovecharse de ellas. Antes de dejarme abrir la boca, lleva el interrogatorio a la vereda semántica para interesarse por la diferencia en que un vecino quiera entregar una carta con reivindicaciones sociales a una concejala en esa casa de todos que es un ayuntamiento y el que algunos funcionarios acudan a la casa particular de una alcaldesa para hacer valer sus reivindicaciones laborales a golpe de bocina. El yayo lo ha vuelto hacer, me ha arrinconado. Antes de que siga su acoso, le tiro a dar. ¿Y tú me lo preguntas? Escrache eres tú.


abril 2013
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