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Teri Sáenz

Chucherías y quincalla

Un extraño caso

El yayo Tasio ha asistido a uno de esos fenómenos que rozan lo paranormal y acaban marcando la vida de uno. Urgido por Hacienda y su condición de ciudadano de bien a cumplimentar la declaración de la renta, el abuelo había tomado la determinación de no dejarla en manos de un vecino tan viejo como él que siempre se prestaba a rellenar esa maraña de cuadrículas y porcentajes a cambio de marcarle la ‘X’ en la casilla de la iglesia. El cambio de planes le obligó a buscarse otra alma caritativa que le hiciese aquella labor insondable y, a ser posible, le saliera a devolver. Con el miedo de quien se adentra en una gruta tenebrosa, entró en una caja de ahorros del centro en la que tiene cuatro perras con la maletita ajada donde porta las escrituras del piso y los extractos de la pensión que dan fe de su raquítica economía. Su sorpresa fue mayúscula cuando le invitaron a sentarse para cumplimentar la declaración en un momentito ya que una de la citas había fallado. Un chico amable sin ínfulas de broker de Wall Street ni cara de perro le rellenó los papeles en un pispás. Mientras concluía su trabajo, Tasio empezó a especular cuándo saltaría la trampa. En qué momento le obligarían a domiciliar su nómina, le exigirían dos euros por ingresar uno, le cargarían alguna comisión o le intentarían colocar unas preferentes. El chaval le devolvió gratis el hatillo con una sonrisa y el abuelo, además de darle las gracias, supo que además de un banco malo hay alguna caja buena.


junio 2013
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