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Teri Sáenz

Chucherías y quincalla

Vuelo MH370

vuelo 370Quizás cuando lea estas líneas sea demasiado tarde. Tal vez para entonces ya nada tenga sentido y haya aparecido algún rastro del Boeing 777 que se evaporó hace más de un mes en (presuntamente) algún ignoto lugar del océano Indico. El eco in extremis de las cajas negras, una brizna del fuselaje, la uña de alguno de los 239 pasajeros que salieron de Kuala Lumpur y nunca llegaron a Pekín. Una sombra, por minúscula que sea, que alumbre las razones de por qué el aparato viró radicalmente de rumbo y se apagó para siempre. Si no es así y el planeta entero continúa siendo incapaz de descubrir qué y por qué pasó con el aparato será posible enterrar definitivamente la verdad. Y por fin, validar cualquier hipótesis que ni los satélites ni ningún servicio de inteligencia podrán desmentir jamás. La que firma el yayo Tasio es que el avión no fue secuestrado ni el pasaje es ya pasto de peces abisales. Según el abuelo, todo fue una conjura de los ocupantes. Abducidos por una amargura colectiva, en un punto del trayecto todos decidieron desertar al unísono de los problemas. Los propios y los ajenos. De la injusticia, la codicia, la crueldad, el odio, las miserias. Fue sin mirarse, con una sonrisa subtitulada, como se confabularon para abandonar sus responsabilidad y virar hacia algún atolón que ningún radar es capaz de ubicar. Un lugar soleado y sereno ajeno a la inmundicia. Ese que a Tasio lee gustaría compartir ahora mismo con los vecinos del vuelo MH370.

 

 

Fotografía: Nicolás González (Efe)

 


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