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Teri Sáenz

Chucherías y quincalla

Ariel Rot: “Cantar en otro idioma sería un acto de cobardía”

Irónico a veces, reflexivo en muchas ocasiones, brillante siempre. Ariel Rot (Buenos Aires, 1960) conjuga en su trayectoria musical y su biografía personal toda la riqueza que el castellano extiende en cada palabra a ambos lados del Atlántico. Argentino autoexiliado a España con su familia en 1976, el guitarrista, cantante y compositor que ha puesto su sello en bandas indispensables como Tequila o Los Rodríguez da los detalles de su idilio con un idioma sin el que no concibe sus canciones ni su vida.

ariel rot
-Una cuestión protocolaria previa ya que hablamos de castellano. ¿Le trato de vos, de tú o de usted?
-De tú, por favor. No hay problema porque soy bilingüe: puedo hablar igual en porteño y en madrileño.
-Por su recorrido personal y su carrera musical, siempre ha estado en tránsito a un lado y otro del Atlántico. ¿Ve un argentino o un español cuando se mira al espejo?
-Por una cuestión familiar me siento más arraigado a España. Mis hijos nacieron aquí y aunque tienen sus primos argentinos y han viajado mucho, el equipaje en ese sentido empieza a ser más pesado. Pero si te soy sincero, no me siento de ningún lado ni creo mucho en el concepto patria. Me fue muy chiquito de mi país odiándolo por todo lo que había pasado a mi alrededor y sin ganas de regresar jamás. Sin embargo, volví y me reencontré con muchas cosas que amaba y las había negado durante mucho tiempo.
-¿Fue una reconciliación con los orígenes?
-Mi primer regreso a Argentina llegó en 1985. Mucho tiempo para una persona tan joven entonces. Aquella vuelta y el hecho de haber sido una salida planificada por la familia y las circunstancias que rodeaban el país me hicieron comprender que son más importantes las ramas que las raíces.
-¿Qué expresión española es la que más le impactó en aquel Madrid de los años 70?
-Palabras como macarra, cheli, mosqueo… Recuerdo que pensaba que boludo se diría de una forma parecida y cuando descubrí que su sinónimo aquí era gilipollas tardé muchísimo en aprenderla. Me sonaba tan extraña…
-No era un vocabulario muy académico.
-Ten en cuenta que yo tenía 16 años y mi primer contacto con mi “nuevo” español fue en el instituto. Además, al poco empecé a tocar con los Tequila, que eran chicos de un barrio, barrio de verdad como La Concepción. Con ellos hice un máster acelerado en idioma barrial.
-¿Y al revés? ¿Se aprovechó de ese acento porteño tan marcado que aún conserva para abrirse puertas o franquear algún corazón?
-No fue nada impostado. Yo no conocía el acento español, así que si debía respetar las eses, las ces o las zetas tenía que hacer un esfuerzo de concentración mayúsculo, así que hablaba naturalmente. Soy prácticamente una de las primeras hornadas que llegaron a aquella España que todavía estaba cerrada y cuando aterricé en el colegio fue un schock para mis compañeros. Primero, porque les llamaba muchísimo la atención que alguien se llamara Ariel y después por mi forma de hablar. Recuerdo que en el recreo se ponían todos a mi alrededor y simplemente me pedían que hablara. Les hacía una gracia enorme.
-¿Fue un buen pasaporte compartir el mismo idioma?
-Fue básico. Sobre todo en relación con la música, que entonces no era mi profesión pero sí mi pasión. Yo venía escuchando rock en castellano toda la vida porque en Argentina siempre se cantó en español, nunca en inglés, y eso me hacía jugar con cierta ventaja en aquella escena musical de Madrid donde sólo los cantautores utilizaban el español y los rockeros se suponía que cantaban como los Rolling Stones. Algo, por otra parte, muy curioso porque muy pocos sabían inglés ni tenían ocasión de aprenderlo bien.
-¿Cuál es el idioma del rock?
-El rock es en sí mismo un lenguaje para expresarse y lo lógico es que lo hagas en tu propio idioma. Yo, desde luego, lo concibo así e intento que mis canciones sean entendidas por la gente a la que me dirijo. Cantar en otro idioma sería a mi juicio un acto de cobardía.
-Seguramente será por una carga histórica o mediática, pero el rock se presta más al “I love you, baby” que a un “Te amo, nena”.
-No debería haber ninguna diferencia. Cada idioma tiene sus características fonéticas y uno tiene que adaptarlas para que suenen fluidas y creíbles. No hay que tener prejuicios, miedos ni vergüenza a expresarte en tu propio idioma.
-Un músico y compatriota suyo como Fito Páez ha dicho alguna vez que limitarse a un idioma es como usar una sola mano cuando se tienen dos.
-Hay países o personas que tienen el bilingüismo más afinado y tiene un poco más de sentido que se cante en inglés. Yo, lamentablemente, siempre tuve un problema ahí y los colegios donde estudiaba se tocaba el inglés muy por arribita.
-A través de sus proyectos y ese tránsito continuo entre Europa y Latinoamérica ha ejercido como “traductor” de una cierta manera de entender el rock en castellano.
-No tiene mucho mérito. Yo empecé a escuchar discos a los 9 años, cuando el rock argentino empezó a ser un poco menos underground. Estaba tan fascinado que aprendí a tocar la guitarra para poder interpretar aquellas canciones. Para mí era algo absolutamente natural y en ningún momento sentí que iba a a descartar por eso. Mirado desde la distancia, aunque no hubiéramos existido Tequila o Moris, él con una visión mucho más adulta y poética, en algún momento se hubiera dado ese fenómeno y alguien hubiera roto la baraja de cantar en inglés. En esa época no éramos los únicos que tocábamos en español, pero sí los que más trascendimos porque fuimos un éxito mediático muy poderosos. Era en definitiva algo que tenía que ocurrir y tuvimos la suerte de, si me lo permites, estar en el right time in the right place.
-¿Cuál es su estribillo favorito?
-Buff. Es complicado decantarse por uno porque hay grandísimos letristas en español. Te puedo nombrar unos cuantos. Los tópicos, que serían Serrat y Sabina, pero también El Lichis, Kiko Veneno, Sergio Makaroff, Andrés Calamaro… Uno de los momentos excitantes que tuve en toda mi carrera de compositor fue cuando Sabina me llamó para poner música a dos letras suyas. Ese día sentí una emoción suprema. Llegué a mi casa corriendo y no dormí hasta que acabé ambas. De ahí salieron Viridiana y Jugar por jugar.
-¿Hay sonidos comunes además de un idioma compartido en ambas orillas del Atlántico?
-El mundo se ha globializado y uniformado mucho en ese sentido. Y un ejemplo es el hip hop latino. Es hoy el idioma musical de los jóvenes. También ocurre incluso dentro del rock pero, curiosamente, desde una tradición anglosajona que surge con los Clash, pasa a Mano Negra y llega a Latinoamérica donde un montón de bandas hace lo mismo que Manu Chao pero cantándolo en castellano y rapeando más esa energía rockera mezclada de ska o reggae.
-¿Es posible tejer un mismo hilo entre los distintos países a través de un mismo castellano?
-Hay algunos que tienen las puerta más abierta y los brazos mejor preparados para recibirte. Siempre me llamó la atención cómo España le dio la espalda en el rock a Latinoamérica. Es cierto que luego Latinoamérica sí conquistó España a través de la música melódica y comercial, pero por una cuestión mercantil. Los aficionados al rock español de verdad nunca se han preocupado por saber qué pasa en Argentina, México o Colombia, cuando están muchas y muy interesantes cosas. Por otra parte, hay unas diferencias sociales enormes. Cuando vuelvo a Madrid después de mis viajes me parece que estoy en un decorado de cine. Cada cosa está en su sitio y todo funciona, mientras que en la mayoría de Latinoamérica todo es más efervescente, loco y joven.
-Y la última pregunta aprovechando su visita a Logroño. ¿Vino o tequila?
-¿De verdad tengo que escoger?
-Si es posible…
-Me quedo entonces con las palabras de Fito: si tienes dos manos, para que vas a utilizar una sola

 

Fotografía: Promocional (Alfredo Tobía)


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