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Teri Sáenz

Chucherías y quincalla

Tiempo de cultivo

Uno de los efectos colaterales del impacto de Podemos y el desprestigio de la política tradicional ha sido la fiebre de aperturismo para elegir a sus candidatos que ha contagiado a los partidos clásicos. Todos excepto el PP (que por otra parte nunca ha alardeado de democracia interna) se han lanzado en plancha a la celebración de primarias para redimir sus pecados frente a sus correligionarios, pero también frente a los ciudadanos. El resultado de ese proceso en La Rioja deja un sabor agridulce. A excepción de la carrera mantenida en el PSOE entre Beatriz Arráiz y Eva Loza por dar con su cabeza de cartel al Ayuntamiento de Logroño y que ha pulsado la fuerza real entre diferentes sensibilidades en el seno socialista, el resto ha sabido tremendamente descafeinado. Sólo la presencia testimonial en UPyD de otra aspirante que cosechó 3 votos frente a 30 de Sáez de Guinoa en la candidatura al Parlamento regional desentona de un cuadro donde la ausencia de competidores ha coartado la oportunidad de contrastar proyectos y, en el caso de las primarias previstas de modo abierto a la sociedad, dejar que la gente de a pie (esa que en mayo dirá la última palabra) pudiera señalar quién tiene más tirón popular en las urnas. ¿Carecen los partidos riojanos de aspirantes válidos? ¿Hay pereza o miedo a dar el paso? ¿Sólo los líderes ya asentados o los señalados por cada aparato tienen opciones? Las primarias no son una alternativa sino una cultura que aún hay que aprender a cultivar


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