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Teri Sáenz

Chucherías y quincalla

Súper Felipe

rey

Tasio compadece al Rey. La inclinación innata del yayo a sufrir con los que sufren por padecer la guillotina de los recortes le ha hecho derramar una lagrimita por Felipe VI. También él se ha visto obligado a ajustarse el cinturón. Un reducción de sueldo del 20%. Sólo 234.000 euros. 58.000 migajas menos de las que recibía su padre. El abuelo se pone en su piel. Le imagina también a él haciendo cabriolas para llegar a fin de mes, garabateando cuando todos se han ido a dormir un folio donde irá tachando conceptos en la columna de gastos. Cómo negará los domingos con una sonrisa de dolor a sus hijas el capricho que otras amiguitas disfrutan –no puede ser, princesa mía–, de qué manera convencerá a su mujer para quedarse en casa viendo una película alquilada en vez de volver a ese restaurante con cubertería de plata y mantel de lino que tan buenos recuerdos trae a ambos. Se acabaron las vacaciones de invierno en la estación de esquí de Suiza. Adiós a las regatas en el Mediterráneo. Habrá que despedir al jardinero, aunque las orquídeas del palacio se amustien. Tasio fabula con el día que coincida con ellos en el súper cotejando precios, aprovechando los descuentos de cada estantería, cambiando la merluza por panga. El yayo confía en que entonces, cuando compartan la larga fila para pagar en caja sus carritos trufados de marcas blancas y paquetes 3×1, el Rey demuestre su jerarquía y le ceda el paso a un viejo al que se hinchan los tobillos si pasa demasiado rato de pie.

 

Fotografía: Agencia Efe


febrero 2015
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