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Teri Sáenz

Chucherías y quincalla

Susto o muerte

colegio

Alguna pieza del motor anda gripada cuando siempre al llegar estas fechas todos los padres que deben matricular a sus hijos por primera vez andan al borde del colapso yendo de aquí para allá para elegir aula. Aunque lo que debe estar descuajaringado es el engranaje entero si la Consejería alardea al final del proceso de que casi en la totalidad de los casos se ha atendido la primera opción, pero sólo un porcentaje muchísimo más modesto acaba llevando a los chavales a un colegio que está en su entorno o es realmente deseado. La estadística no puede negar una evidencia a pie de calle. Ni siquiera aunque el consejero del ramo se sorprenda –¿ignorancia o alergia a reconocer cualquier grieta en el sistema?– de que tantos progenitores rechacen la posibilidad de decantarse por escuelas con una desproporcionada carga de emigrantes o minorías étnicas. Culpar a los padres de esa incertidumbre tampoco es razonable. Porque en eso sí lleva razón Abel Bayo: el nivel educativo y la calidad del profesorado está (en general) fuera de dudas. Le bastaría entonces salir del despacho y plantearse entonces por qué esas reticencias a determinados centros a pesar de sus medios y plantillas. La existencia de un número de plazas suficiente no puede arteramente confundirse con una libertad de elección real. Es, mientras no se imponga un reparto equitativo, uno de esos juegos de niños en los que se propone ¿susto o muerte? y se acaba prefiriendo la alternativa que duela menos.


mayo 2015
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