>

Blogs

Teri Sáenz

Chucherías y quincalla

Asalto en la calle

El yayo Tasio cayó anoche en la cuenta de que se había quedado sin las pastillas de dormir y se aventuró a salir de casa a última hora para llegarse a la farmacia de guardia. Nada más poner un pie en la calle le atacaron. Lo peor no es que intentaran abusar de un viejo indefenso y enclenque sino que el agresor fuera un conocido. El asaltante era el mismo velador que lleva años instalado a la puerta del portal en cuanto asomaba una miaja de sol y en los últimos tiempos ya le da igual que llueva o truene para apoderarse del espacio público. Al principio era modosito. Ocupaba un puñado de baldosas y hasta le daba una pizca de color al barrio y una alegría a la caja del bar. De pronto, empezó a medrar. Las mesas se reprodujeron como conejos, las sillas de plástico mutaron en modernos asientos metálicos que chirrían cada vez que se desplazan. Brotaron sombrillas, parieron estufas de butano, se levantaron empalizadas de metacrilato. Esa misma terracita en origen amable e inofensiva fue la que atacó al abuelo. Le acorraló sin previo aviso. Tasio intentó zafarse, pero la clientela repanchingada sobre los cojines le cerró el paso. Buscó huir por algún fino desfiladero de Termópilas militarizado de cubatas y cañas de cerveza. Imposible. No tuvieron piedad de su boina ni sus prisas por llegar a la botica. El velador le había acorralado. Para salir vivo y suplir los somníferos, pensó rendirse y pedir allí mismo una infusión de tila y valeriana. Desistió. No había un solo asiento libre.

Fotografía: Sonia Tercero


mayo 2015
MTWTFSS
    123
45678910
11121314151617
18192021222324
25262728293031