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Teri Sáenz

Chucherías y quincalla

Pequeños jabalíes

jablí

La historia que más ha conmovido esta semana al yayo Tasio no se ha llevado grandes titulares. Nada que ver con offshores, corruptelas, dimisiones ni papeles (de Bárcenas, de Panamá). La atención del abuelo se la ha ganado un animalillo peludo de apenas 800 gramos. Una cría de jabalí que, todavía nadie sabe bien cómo ni por qué, apareció en el falso techo de una casa cualquiera en pleno centro de Logroño. Como en esas películas de terror psicológico donde el misterio convive con la cotidianidad de los inquilinos, los propietarios empezaron escuchar ruidos anómalos entre la escayola del baño cuando la casa permanecía en silencio. Lo que a priori barruntaban que podría tratarse de algún insecto hiperactivo o un roedor perdido entre los conductos de la calefacción resultó ser un minúsculo y tembloroso jabato encajonado en un rincón imposible. Al acabar la lectura de la noticia y llegar al punto final, Tasio empezó a gruñir. El abuelo encogió a cuatro patas, se le afilaron levemente los colmillos y le creció un pelo duro en el lomo. De pronto se sintió como aquel pequeño jabalí, débil y desorientado. Igual que el bicho, el abuelo empezó a preguntarse cómo ha llegado hasta aquí. De qué forma los años le han conducido hasta la desabrida actualidad que vive hoy, cómo ha recalado en un destino ajeno, quién ha manejado su vida sin pedirle permiso. Como el jabato, Tasio también aguarda que alguien escuche su susurro y le rescate de un mundo donde siente que no encaja.


abril 2016
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