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Teri Sáenz

Chucherías y quincalla

Tributo al tributo

tributo

Si jamás ha asistido a un concierto de rock o el ruido de guitarras le gusta tan poco como a los partidos ceder para facilitar un Gobierno, le informo de que la última tendencia musical son los grupos tributo. Como su propio nombre indica, el fenómeno consiste en conciertos donde una banda de desconocidos interpreta los temas de otra banda legendaria que en la mayoría de los casos se ha disuelto hace más o menos años. El resultado acostumbra a ser irregular. La banda tributo se ciñe al concepto de banda, aunque sin embargo la intención del tributo se diluye no pocas veces entre los condicionantes propios de escenarios de tercera fila y la enormidad de su referente. Esas limitaciones importan lo justo al público. El ansia por sentir redivivos a los ídolos que escucharon en su juventud es tal, que un mismo artista histórico tiene girando aquí y allí varios replicantes simultáneamente. Todos ellos, por su puesto, autocatalogados como la mejor banda tributo del mundo. Los integristas suelen echar pestes de todas, abjurando de que un legado icónico sea mancillado en fiestas de pueblo por advenedizos sin aura. Lo que los guardianes de la pureza ignoran es que la catarata de grupos tributo va más allá de la música, es un signo de los tiempos. Ya no hay líderes genuinos, ir contracorriente es un valor a la deriva, la autenticidad está herida. Sólo queda conformarse con imitadores. Cerrar los ojos e imaginar que quien está sobre la tablas es algún viejo rockero de verdad que odia ser una mala copia otros.


octubre 2016
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