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Teri Sáenz

Chucherías y quincalla

Mentiras incurables

El episodio de Fernando Blanco y la presunta estafa al recaudar miles de euros en donaciones con el pretexto de tratar la enfermedad rara que sufre su hija Nadia Nerea no es nuevo. Salvando las distancias y la trágica repercusión de sus respectivas espirales de engaños, el caso sigue el patrón de impostura de Jean-Claude Romand o Enric Marco. El primero mantuvo durante décadas y hasta la masacre que le llevó a la cárcel la ficción de ser un prestigioso investigador de la OMS aunque ni siquiera poseía el título de médico, mientras el segundo presidió la asociación Amical de Mauthasen e hizo suyo el relato de las víctimas nazis pese a no haber pisado jamás un campo de concentración. Sus respectivas biografías les revelan como mucho más que unos burdos embusteros. En sus fabulaciones hay un levísimo sustrato de verdad que les conduce a una escalada de ficción que acababan dado por real. El impostor estándar se derrumba al ser descubierto; los que somatizan sus propias falacias se sorprenden de que pidan testigos, facturas y/o certezas que les avalen. El fallo, según Fernando Blanco y su esposa, ha sido exagerar la historia. Simplemente eso. Acudir a curanderos en vez de a los cirujanos de prestigio con técnicas innovadoras a los que citaban por los platós de televisión ante presentadores compungidos y telespectadores de bolsillo generoso. Minucias. Un detalle banal  para mentirosos reincidentes. Nadia Nerea tiene tricotiodistrofia. Sus padres, una patología menos extraña pero incurable.


diciembre 2016
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