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Teri Sáenz

Chucherías y quincalla

Seguridad urgente

san pedro

El relato de la brutal agresión sufrida por una celadora hace ahora una semana en las Urgencias del Hospital San Pedro resulta escalofriante. Los testigos del incidente describen a un hombre descubierto con convulsiones en la calle que es trasladado hasta allí y que, después de ser atentido, regresa y hace estallar el pánico hasta el punto de golpear repetidamente en la cabeza a la profesional sanitaria con una bombona de oxígeno. Gente huyendo despavorida por los pasillos, enfermos y personal encerrados en los baños para no ser las siguientes víctimas, un héroe improvisado que frena por un instante al agresor, un parte de lesiones que incluye fractura craneal, rotura de huesos, derrame cerebral. La descripción es aún más estremecedora por lo sencillo que resulta visualizar el escenario: ese tan cotidiano al que miles de riojanos han tenido que acudir en algún momento bien como pacientes o acompañantes con la suerte, eso sí, de no haber topado con algún trastornado como el que el domingo estuvo a punto de protagonizar un drama. Pasado el mal trago, repletas las concentraciones de apoyo a la celadora atacada y con el deseo común de que se recupere, toca la reflexión. Por qué fallaron las medidas de protección cuando Urgencias y Psiquiatría concentran anualmente el mayor número de agresiones. Dónde estaban los que velan por la seguridad de un lugar al que acude a diario innumerable público. Cuál es la garantía de que quien entra allí para trabajar o ser curado, no va a salir malherido.

Fotografía: Miguel Herreros

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