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Teri Sáenz

Chucherías y quincalla

Ghazi: “Si unimos todas las fuerzas, Siria tendrá libertad”

De los miles de testimonios que certifican el drama que se vive en Siria, el de Noura Ghazi (Damasco, 1981) es uno de los más estremecedores. Su marido Bassel Khartabil, un destacado defensor de la libertad de expresión a través de Internet, fue detenido por las fuerzas de seguridad en el 2012. Tras permanecer en régimen de aislamiento y comparecer ante un tribunal militar de campaña, fue trasladado a una prisión sin identificar y sigue en paradero desconocido desde octubre del 2015. Ghazi lidera desde entonces una campaña por los derechos humanos de su pareja y tantos otros que le ha traído a ofrecer una conferencia en el Ateneo Riojano de la mano de Amnistía Internacional en la región.

–¿Cuál es a día de hoy la situación que se vive en la calles sirias?
–Precisamente hoy (por el lunes) es uno de los peores días para Damasco porque los grupos armados están atacando la ciudad. Hay bombas, tiroteos, explosiones… Todos esos enfrentamientos se están expandiendo por el resto del país y esas milicias están intentando recuperar territorios que habían perdido. El sufrimiento para los civiles es máximo. Hay una escalada de precios, la gente no tiene dinero, carece de agua y de alimentos, no hay calefacción, ni transporte, Damasco está plagado de “check points”. Siria es una gran cárcel y, en la práctica, los habitantes se encuentran arrestados en su propio país.
–¿Hay un cálculo de cuántos presos políticos hay a consecuencia de la coyuntura que vive el país?
–La de los presos políticos es una de las peores realidades en Siria no sólo ahora, sino desde el régimen anterior. Calculamos que existen unos 300.000 en cárceles militares o en prisiones secretas. De ellos unos 50.000 son mujeres y 18.000, niños. Según nuestros informes y los documentos que poseemos, el 30% muere torturado o a consecuencia de las condiciones a las que se les somete. A muchas mujeres se les apresa con sus hijos y a veces se les quita a los niños, de forma que no saben dónde están y desarrollan gravísimos problemas psicológicos no sólo antes sino después del arresto.
–¿Por qué la comunidad internacional no adopta una respuesta más contundente para intentar resolver el conflicto?
–Países como Rusia o Irán tienen una implicación muy negativa en lo que está sucediendo. Es cierto que la UE está intentando hacer algo a favor, pero sus medidas son menos decisivas de lo que nos gustaría, no sé si por falta de información o el continuo veto ruso ante la ONU. Quizás en las próximas conversaciones de Ginebra se alcance una paz parcial porque el mundo está cansado del conflicto sirio, pero el tema de las detenciones no está encima de la mesa y lo que nosotros demandamos es una democracia real.
–Otro de los asuntos pendientes es el de miles de refugiados que tras tantas promesas de acogimiento siguen en el limbo.
–Hubo, efectivamente, mucho ruido mediático al respecto y los sirios que tenían grandes sueños de ir a Europa los han visto defraudados. Países como Alemania, que prometió miles de plazas, no ha cumplido su palabra y un 10% de refugiados todavía sigue en Turquía y Grecia en campos con unas condiciones penosas. En todas las reuniones oficiales que estoy teniendo en Europa hay interés por acogerlos, pero no explican cómo ni qué hacer con ellos.
–¿Qué papel le queda a la sociedad civil para ayudar a solucionarlo?
–En todas las ciudades españolas que voy recorriendo conozco a mucha gente que me hace llorar porque noto su empatía, su solidaridad. Esa energía es vital para saber que no estamos solos. Si unimos todas esas fuerzas individuales para presionar juntos a cada gobierno lograremos algún día el objetivo de liberar a Siria del drama que vive.

Fotografía: Juan Marín


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