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Teri Sáenz

Chucherías y quincalla

Olor a barrio

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La reivindicación de Los Lirios de instalar una pasarela que evite a sus vecinos jugarse la vida cada vez que cruzan la circunvalación de Logroño huele a otros tiempos, cuando vivir en un barrio era algo más que hacerlo circunstancialmente aquí o allá y sus habitantes formaban parte de aquel todo en cuanto se asentaban allí. Una época en la que al ser preguntado casi nadie se identificaba con una calle concreta y sí con una zona de la ciudad que le ubicaba para el resto pero también para sí mismo. La imagen de buena parte de los inquilinos de Los Lirios atravesando en comandita cada viernes el paso de cebra ‘de la muerte’ llevando de la manos a sus hijos resulta encomiable. Más aún en un presente en que movilizarse es un valor a la baja y nadie acostumbra a exigir desde su propia burbuja mucho más allá de lo que indivualmente le resulta rentable. Los reiterados accidentes registrados en esa zona, las denuncias trasladas a nivel político, el compromiso arrancado de las instituciones dicen que el barrio empieza a ser tenido en cuenta. Otra cosa será que esa ansiada pasarela sea una realidad en breve. Que la palabra comprometida desde el Ayuntamiento o el Parlamento se evapore entre una niebla de burocracia y trabas admnistrativas o mucho peor, en el humo de demagogias encendidas al calor de unas elecciones. La circunvalación abrió una brecha en la ciudad que costará décadas suturar, pero al menos el gesto de Los Lirios dice que los barrios pueden unirse con un fin común.

Fotografía: Miguel Herreros


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