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Luismi Cámara

Desde la grada

Quo vadis Clavijo?

Imagen del partido del Cocinas.com contra el Palencia./ Imagen del partido del Cocinas.com contra el Palencia.
Imagen del partido del Cocinas.com contra el Palencia.

Imagen del partido del Cocinas.com contra el Palencia.

Hace un par de fines de semana fui con el mayor de mis hijos a ver el partido de balonmano entre el Naturhouse y el todopoderoso PSG. Mateo está acostumbrado a ver bastantes encuentros de baloncesto, pero le cuesta aguantar todo el tiempo pendiente del choque y suele pasar buena parte de ese rato jugando con otros niños por los pasillos de los pabellones.
Sin embargo, el otro día se lo pasó ‘pipa’. Nos sentamos cerca de la peña del Natur. Entre el bombo, la banda, el confeti, la afición, el ‘speaker’, la música de ambiente y el partido, el peque saltó, animó, aplaudió, gritó, cantó y no pensó en otra cosa que no fuera lo que estaba pasando unos metros más abajo. Salió encantado y emocionado. Yo también.
Ya sé que el del Natur era un partido especial, de Champions y ante uno de los mejores equipos del mundo, pero en liga el ambiente es también más que bueno.
Salí pensando que el balonmano funciona y, por el contrario, que el baloncesto no lo hace. Bueno, el Promete ya sí. El último partido ante el Conquero, las acciones llevadas a cabo por el club logroñés para llenar Lobete funcionaron y el ambiente fue estupendo. Sin embargo, el Clavijo sigue con la pérdida por goteo de aficionados y el Palacio de los Deportes se muestra ciertamente desangelado cuando el Cocinas.com ejerce de local.
El Clavijo está en ese complicado terreno de nadie, en una categoría que mira hacia la ACB pero con un último escalón de la altura de un rascacielos que sólo se puede escalar con un piolet de oro imposible de comprar por las arcas vacías de los clubes de la segunda categoría del baloncesto español.
Con su equipo consolidado en la LEB Oro, con un sueño inalcanzable y con la temporada como rutina, la hinchada ya no encuentra estímulos para acudir al Palacio a animar al Cocinas.com. La irregular trayectoria de los de Antonio Pérez esta campaña, con algunos partidos para esconder al fondo del cajón del olvido, tampoco ayuda demasiado. Se ha perdido ese encanto de los primeros años, del estupendo ambiente del Lobete de los años de EBA, de esas campañas en las que los aficionados disfrutaban de la ilusión de volver a ver baloncesto de nivel en nuestra región y aspiraba a ver crecer a su Clavijo.
Por eso, en estos momentos el futuro no se ve demasiado luminoso. El proyecto cuesta cada temporada un dinero que es difícil de cubrir en estos tiempos que corren y la masa social no es precisamente la esperada. Algunas cosas fallan para que la entrada en los partidos del Cocinas.com se haya reducido hasta ver no más de 600 personas en los últimos duelos. El aspecto de las gradas resulta francamente desolador en ocasiones, con situaciones tan sorprendentes para mi simple entender como el que los miembros de la peña El Mate estén colocados en la grada contraria a la que ocupan la mayoría de los asistentes al partido, con lo que sus ánimos, rodeados de asientos vacíos, se pierden en la distancia que les separa del resto de la hinchada, eliminando el más mínimo efecto dóminó.
Yo creo que hay un problema de desconexión con los amantes del baloncesto (que los hay y muchos por estos lares) y, por algunas de las cosas que escucho por las canchas de algunos colegios y entre entrenadores y amigos, con los clubes de la región. No basta con las visitas a centros educativos, porque ahí se ilusiona a los niños un rato corto pero no se capta a aficionados. Considero que se debería buscar la forma de implicar a todos los clubes riojanos y hacerlos partícipes de la que debería ser, junto a los partidos del Promete, la gran fiesta del baloncesto de esta comunidad cada dos semanas.
Decía hace poco Tariq Kirksay, alero del Joventut de Badalona, en una revista de baloncesto que en su etapa en el Estudiantes los equipos de minibasket llevaban el nombre de uno de los jugadores del primer equipo y que él iba a verlos entrenar y jugar cada vez que podía. Los chavalines de ese equipo acabaron jugando con la cinta en la cabeza que caracteriza al trotamundos francés. “Me gusta enseñar a los niños a amar el baloncesto. Ahora la gente está perdiendo esa pasión. (…) Y los profesionales tenemos que saber de dónde venimos”, contaba.
Estoy seguro que todos los miembros del Estu Kirksay tenían a Tariq como figura de referencia y que iban a ver a los estudiantiles en gran parte para ver a su ídolo cercano, al que trataban habitualmente.
Los equipos de categorías inferiores del Clavijo llevan el nombre de sus mayores, pero no sé cuánto se implican aquellos que dan nombre a cada grupo, ni puedo explicar qué tipo de iniciativas lleva a cabo el club para atraer aficionados porque no las conozco con profundidad más allá de las que puede apreciar cualquiera.
No quiero que suene a crítica o calentón, pero la monotonía hay que combatirla con acción y, como decía Kirksay, es fundamental que los más pequeños aprendan a amar el baloncesto, porque ahí está el futuro de este deporte y buena parte del presente, porque los niños son capaces de arrastrar a sus padres a cualquier sitio (lo digo por experiencia).
Desde la envidia, sana o no, del balonmano, me gustaría poder llevar a ver a Mateo a ver al Clavijo y que disfrutara tanto viendo baloncesto como ese día en el que vio al Naturhouse.

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