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Fernando Sáez Aldana

El bisturí

El día de mañana

LA otra tarde estuvo a punto de arrollarme una turbamulta que abandonaba un edificio como si se estuviera derrumbando. Docenas de personas de ambos sexos prorrumpían atropelladamente, cerrándose el paso, empujándose y gesticulando, excitadas. Algunas reían, otras refunfuñaban y casi todas chillaban. Por la puerta, angosta, salía de todo: obreros, licenciados, efepés, artistas, amas de casa, labradores, mercaderes, agentes del orden, clérigos, comerciantes. Era una alborotada mezcolanza de individuos pacifistas y belicosos, conservadores y progresistas, forrados e hipotecados, avispados y medio tontos, homo y heterosexuales, ateos y creyentes, funcionarios y autónomos, legales y chorizos, vendedores y clientes, formales y cantamañanas, deportistas y sedentarios, virtuosos e inmorales, juiciosos y estúpidos, maltratadores y maltratados, cerebritos y analfabetos funcionales. Pero resultaba imposible discernir quién era qué, porque ellos mismos lo desconocían. Tenían entre ocho y doce años y salían disparados del mismo centro educativo, de recibir la misma educación primaria, arrastrando el carrito cargado de preparativos para el día de mañana. Afuera les aguardábamos una caterva desganada de padres y abuelos que en su día también huíamos del aula como bestezuelas recién liberadas, ex niños para quienes también el mundo era el recreo y el futuro la fantasía de llegar a ser campeón de F-1, finalista de OT, crac galáctico o estrella de teleserie populachera. Mientras que el futuro, como bien se aprende más tarde, consiste en ganarse la chapata con el sudor de un oficio, de un empleo o, en el peor de los casos, de una profesión, y en esperar a que un colegio regurgite al patio de Monipodio la enésima promoción de gente normal y corriente mientras se rumian o participan sinsabores cotidianos. Así que cuando nuestros educandos salen en tromba del colegio se dan de bruces, sin saberlo, con el futuro que les aguarda. Pero, afortunadamente, los programas educativos no incluyen tal enseñanza. Si lo supieran no habría forma humana de volver a sentarlos en el potro de la preparación para el día de mañana, sabiendo en qué consiste. Y a ver quién los aguantaba todo el año de vacaciones, dando guerra en casa.

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Por Fernando SÁEZ ALDANA

Sobre el autor

Haro, 1953. Doctor en Medicina especialista en Cirugía Ortopédica y Traumatología jubilado en 2018, ya escribía antes de ser médico y lo seguirá haciendo hasta el final. Ha publicado varios libros de relatos y novelas y ha obtenido numerosos premios literarios y accésits. El bisturí es una columna de opinión que publica Diario LA RIOJA todos los jueves desde 2004.