A pesar del trío de ases Vino, Lengua y Camino, La Rioja no acaba de ganar la partida del destino turístico, así que brindo a nuestros representantes desplazados a la Expo de Aichi una idea para atraer forasteros a esta bendita tierra. Se trata de un parque de atracciones, pero no orientado a la primera sino a la segunda y tercera edades, único en el mundo. Así, el «Circuito del Terror» ofrecerá experiencias tan escalofriantes como cruzar pasos de cebra con los ojos vendados, circular confiadamente por rotondas o sortear el Eslalon Doblefílico Gigante. «Inciviland», por su parte, permitirá a suprapirenaicos de mediana edad experimentar sensaciones tan inolvidables como comer, beber, gargajear y hasta orinar en vía pública impunemente, además de armar bulla hasta el orto con venia para insultar a quien proteste alegando derecho al descanso. «Edén Jubilar» dispondrá de atracciones tan irresistibles para ellos como la Ruta de los Aparcamientos en Construcción, colmados donde ellas podrán tirarse media hora para escoger chapata o colarse a placer alegando estar de las piernas y barra libre de recetas, tomas de tensión, análisis, ortoprótesis, audífonos, progresivas y dentaduras. En «Écheselo en Cara» los visitantes podrán incorporarse a un pleno-trifulca político con una enorme tarta de merengue en cada mano. «La Rioja, Boca Abierta», en fin, constará de bodega subterránea, auditorio y balcón a explanada.

En la primera se repartirán peces bernabeos y degustaciones mateas borrachas de clarete con antiácido y anticolesterol incorporados. En el escenario mostrarán su gracia picaos, zanquidanzantes, robasantos, tiravinos, quemajudas, arrancagallos y correvueltas y desde el balcón se lanzarán caridades, bollos, paniquesos y, a mediodía, el espectáculo más fuerte del parque: el chupinazo. Como broche a la inolvidable visita, ya al anochecer y sin previo aviso se soltará una simpática vaca que sorprenda al público irrumpiendo en la degustación de choricillo, o en la representación medieval, o mugiendo desde el balcón sobre la verbena megadecibélica amenizada por la Makoki Sinfonietta hasta la amanecida. Seguro que vendrían hasta japoneses, pero lo mejor es que el parque ya está construido; sólo falta la mercadotecnia. Y para eso está Aichi. Baza segura, señores.