>

Blogs

Fernando Sáez Aldana

El bisturí

El fin de Jamonia

Las encuestas aseguran que los principales problemas de los españoles son el paro, los políticos y la economía. Pero el más importante de España, sin duda, es su crónica invertebración. El Estado más antiguo no es también la nación más antigua de Europa, pues «la nación es un conjunto de personas de un mismo origen étnico que comparten vínculos históricos, culturales y religiosos, tienen conciencia de pertenecer a un mismo pueblo o comunidad, y generalmente hablan el mismo idioma y comparten un territorio». Y en España, además de una Castilla que se extiende desde Santander hasta Murcia, hay al menos cinco regiones autónomas que encajan en esa definición.

En su olvidado ensayo «España invertebrada» (1921), Ortega y Gasset explicaba la nación como un sistema de incorporación a partir de un núcleo totalizador dotado de «talento nacionalizador», Castilla en nuestro caso, que obligó a las colectividades incorporadas a vivir “como partes de un todo y no como todos aparte”. Pero hacia 1580 se inició un «larguísimo otoño» de decadencia y desintegración de la nación española con la aparición del «particularismo» o «incremento de la autonomía de las partes y una merma en su capacidad de imaginarse a sí mismas como órganos integrantes de una estructura superior». Según el filósofo, el avance del particularismo en España –expresado en los nacionalismos catalán y vasco– se debería a la falta de una clase política fuerte, «con suficiente legitimidad para articular los diferentes espacios regionales y sectores sociales que componen la península dentro de un nuevo proyecto nacional». 1921, insisto.

Pues resulta que ese proceso desintegrador nacional iniciado con Felipe III puede acabar con el VI, y no por disolución en el crisol europeo: el mapa reivindicativo del nuevo Estado Islámico surgido del radicalismo incluye a la Península Ibérica en su totalidad. Así que, si no les paramos los pies, y en una perfecta parábola de la Historia, nuestras neotaifas se fundirán en un Al-Andalus integrado en el nuevo Califato, con lo cual las tensiones territoriales se acabarán de una vez por todas y la brutal Sharia hará innecesaria cualquier Constitución. Y lo peor no será que las catedrales se conviertan en mezquitas, los homosexuales sean colgados, las adúlteras lapidadas, los ladrones mancados, los vascos tengan que esconder la txapela bajo el turbante o las catalanas tomar el sol en burkini. Es que no podremos comer carne de cerdo, y sin la última seña de identidad nacional en la que todos estamos de acuerdo, el jamón, la vieja Iberia-Sefarad-Hispania-Al Andalus-España, vertebrada al fin, aunque descarnada, dejará de existir para siempre.

Temas

Por Fernando SÁEZ ALDANA

Sobre el autor

Haro, 1953. Doctor en Medicina especialista en Cirugía Ortopédica y Traumatología jubilado en 2018, ya escribía antes de ser médico y lo seguirá haciendo hasta el final. Ha publicado varios libros de relatos y novelas y ha obtenido numerosos premios literarios y accésits. El bisturí es una columna de opinión que publica Diario LA RIOJA todos los jueves desde 2004.