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Fernando Sáez Aldana

El bisturí

Patrimonio de la Riojanidad

He conseguido leer el ensayo de Jesús Laínz tragicómicamente titulado «Desde Santurce a Bizancio. El poder nacionalizador de las palabras», un repaso exhaustivo de la ingeniería manipuladora del lenguaje por los nacionalismos que trabajan por su «construcción nacional» utilizando un arma más sutil que los cañones: el idioma, convertido en principal «hecho diferencial». Es decir, en vehículo principal del rechazo a quien no lo habla y, en el caso español, del odio periférico al imperialismo invasor castellano, declarado culpable histórico de todos sus males. Los casos paradigmáticos –que no los únicos– de esta hispanofobia lingüística son el catalán y el vasco, cuyos regímenes totalitarios nacionalistas viven obsesionados con borrar hasta la última huella de la segunda lengua más hablada y estudiada en el mundo, imponiendo idiomas regionales que sólo sirven para hablar por casa. El libro está escrito con la ironía necesaria para mostrar cientos de ejemplos estúpidamente absurdos y patéticamente jocosos de manipulación lingüística al servicio de la causa nacionalista sin hundir al lector en honda depresión. Y muchos se quedarían en el tintero del autor, como algunos de la Rioja Alavesa.

Durante décadas de gobierno peneuvísta, los riojanos hemos contemplado atónitos cómo a los pueblos hermanos separados de la Rioja transibérica les cambiaban sus nombres de toda la vida. A unos, retirándoles el nefando artículo español (Guardia, Bastida), a otros euskaldunizándolos mediante el cambio o añadido de alguna letra (Billar, Kripán, Iekora, Lantziego, Eltziego, Oion) o rebautizándolos con extraños nombres que ni los lugareños conocían: Eskuernaga (Villabuena de Álava), Gorrebusto (Barriobusto), Buradón Gatzaga (Salinillas de Buradón). El caso más sangrante quizá sea el de Viñaspre, cuyo proceso de transformación en Binasperi tras el informe de la Técnico de Planificación Lingüística de la Viceconsejería de Política Lingüística del Gobierno Vasco (léanlo en www.vinaspre-biasteri.com) provocaría risa si no diese tanta pena.

La primera división de España en provincias (1822) contempló una Rioja política acorde con la geográfica y socioeconómica, pero la definitiva (1833) la privó de la actual Arabar Errioxa, sin la cual La Rioja seguirá existiendo pero sin ser, al menos del todo. Y, después de los desmanes lingüísticos nacionalistas propiciados por el desmadre autonómico, difícilmente lo será. Seguro que si les cuentan esto a los inspectores de la UNESCO mientras contemplaban el fantástico manto riojano de viñedos candidato a Patrimonio de la Humanidad, salen corriendo. Con «de la Riojanidad» nos conformábamos.

(el-bisturi.com)

 

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Por Fernando SÁEZ ALDANA

Sobre el autor

Haro, 1953. Doctor en Medicina especialista en Cirugía Ortopédica y Traumatología jubilado en 2018, ya escribía antes de ser médico y lo seguirá haciendo hasta el final. Ha publicado varios libros de relatos y novelas y ha obtenido numerosos premios literarios y accésits. El bisturí es una columna de opinión que publica Diario LA RIOJA todos los jueves desde 2004.