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Fernando Sáez Aldana

El bisturí

Lo indecible

En esta farisaica sociedad de indignación fácil y nula autocrítica siempre solivianta más el dicho que el hecho. Se tolera al sinvergüenza, al imbécil o al malvado pero no a quien se lo llama a la cara y se anatemiza al deslenguado pero no al inepto, al incívico o al necio. Ciertas cosas no se pueden decir, algunas cuestiones no admiten bromas y hay temas tabúes o chistes inaceptables, cuando la humorada consiste justamente en trasgredir los asuntos más serios.

Por ejemplo, ante la barbarie yihadista que degüella sin piedad a inocentes por no ser musulmanes, muchos se preguntan cómo permitimos levantar en nuestras ciudades escuelas y mezquitas donde se adoctrina con un texto apologista de la persecución y muerte del «infiel», o sea de cualquiera de nosotros, en nombre de Dios.

A propósito de las personas, sin duda bienintencionadas pero imbuidas de algo tan español como convidar con cuartos ajenos, que reclaman la plena asistencia sanitaria gratuita para inmigrantes ilegales y personas no contribuyentes al sostenimiento del sistema, otras opinan que bien podrían demostrar su loable altruismo pagándosela de su bolsillo.

Por otro lado, cuando se acusa al gobierno que sea de ser responsable del «drama del paro», pero en España el 25% de los menores de 30 ni estudian ni trabajan (15% en los países de la OCDE) y el 44% de los adultos poseen «escasa cualificación» (17% en la Unión Europea), cabe concluir que aquí hay mucho inactivo por no haberse esforzado en formarse para ser lo contrario.

En cuanto a festejos como el Día Internacional del Orgullo LGBT (Lesbiana, Gay, Bisexual y Transgénero), mucha gente opina que sobran estas manifestaciones callejeras de activismo estridente en ciudades donde todas las orientaciones sexuales son legales y socialmente aceptadas.

Por lo que respecta a la llamada violencia machista o de género, hay quien discrepa de su definición oficial: «dirigida sobre la base del género», que aparte de sonar anatómicamente muy mal da por hecho que el miembro de la pareja maltrata a la miembra por ser mujer y no la persona con quien convive, aportando estudios que estiman un caso de maltrato por cada tres parejas homosexuales, más elevada aún en las femeninas, tasa superior al de las parejas heteros.

Pero nadie se atreve a decirlo en voz alta porque lo crucificarían tachándolo respectivamente de intolerante religioso, xenófobo, insolidario, homófobo, machista y fascista de propina. Cuando todo es discutible y opinable y nada es intocable salvo la libertad de expresión, hoy reprimida hasta lo indecible por los modernos inquisidores de la corrección política.

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Por Fernando SÁEZ ALDANA

Sobre el autor

Haro, 1953. Doctor en Medicina especialista en Cirugía Ortopédica y Traumatología jubilado en 2018, ya escribía antes de ser médico y lo seguirá haciendo hasta el final. Ha publicado varios libros de relatos y novelas y ha obtenido numerosos premios literarios y accésits. El bisturí es una columna de opinión que publica Diario LA RIOJA todos los jueves desde 2004.