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Fernando Sáez Aldana

El bisturí

Animales

Alguna vez les he hablado de nuestro canario. Se llama Chufi y lleva cuarenta años en casa. No el mismo, claro, los canarios no viven tanto. Cuando se nos muere (o lo mata un maldito gato) lo sustituimos por otro con el mismo nombre, de modo que siempre nos parece el mismo Chufi que conocieron mis hijos y ahora mis nietos. Es increíble el cariño que se le puede coger a un pajarillo. Entiendo a la gente que adora a su perro (no tanto a su gato) y si el afecto a un animal es proporcional a su tamaño no quiero pensar lo que se puede querer a una foca, a una cebra y no digamos a un elefante. Que lo digan los cirqueros, que consideran a sus animales como hijos suyos. Además de apreciarlos les dan de comer (los animales a ellos, me refiero), así que los mimarán y lo último que harían sería maltratarlos como tantos humanos a sus hijos.

Los animales no tienen conciencia de vivir. Desconocen que nacieron y morirán. UN caballo no sabe si corretea por una pista de circo con una equilibrista en bikini de lentejuelas erguida sobre su lomo o por la arena de la Escuela Española de Equitación de Viena bajo un señor disfrazado de vicealmirante. Lo que sí sienten los bichos es dolor si se les tortura, sea de manera espontánea por tarados u organizada por diestros en el arte de matarlos entre el regodeo popular. Por eso llaman la atención los ayuntamientos que permiten los festejos taurinos, o el zoo, pero prohíben el circo con animales. No les importa lo que puedan hacerles en la intimidad, sólo vetan el espectáculo de su exhibición, aunque no les hagan ningún daño. Hipócritas.

En cambio sí puede subir a un escenario público un violento espectáculo sadomasoporno con tías y tíos en bolas copulando o masturbándose como gibones y hasta uno metiéndole el puño por el ojo que no ve a otro (espectáculo «Mount Olympus», Teatros del Canal, Madrid). «Nadie obliga a verlo», se defienden los promotores de la orgía. Ni el circo, no te jode, pero por si acaso lo prohíben. Si hay que cargarse los circos empecemos por las corporaciones municipales donde actúan payasos, equilibristas, mimos, tragafuegos, malabaristas y algún que otro borrico.

A ver cuándo sale el primer bobochorra denunciando el maltrato a los canarios por mantenerlos enjaulados. Chufi no da ninguna señal de sentirse desgraciado. Canta, se ducha a diario, come y bebe cuanto quiere, duerme como un bendito y, como a su dueño, le encantan la lechuga y la música clásica. Libre no duraría ni un cuarto de hora (menudo gatazo merodea por el barrio). Ya sabemos que lo propio del pájaro es volar libre y del león, el elefante o la jirafa sobrevivir en la sabana. Pero también lo suyo del homo sapiens es razonar y algunos parece que lo hacen con esa parte del cuerpo donde a otros les gusta que les metan la zarpa hasta el escafoides. Fisting, lo llaman. Animales.

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Por Fernando SÁEZ ALDANA

Sobre el autor

Haro, 1953. Doctor en Medicina especialista en Cirugía Ortopédica y Traumatología jubilado en 2018, ya escribía antes de ser médico y lo seguirá haciendo hasta el final. Ha publicado varios libros de relatos y novelas y ha obtenido numerosos premios literarios y accésits. El bisturí es una columna de opinión que publica Diario LA RIOJA todos los jueves desde 2004.