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Fernando Sáez Aldana

El bisturí

El Papamoscas

La religión no es lo mío pero me da que los patéticos estertores del interminable pontificado de Juan Pablo II tienen muy poco de cristiano. En el plano terrenal, desde luego, mantener en activo a un tratado de patología médico quirúrgica, por elevada que sea su condición, resulta simplemente inhumano. Y por encima de lo que para el mundo católico signifique la figura del Papa, Karol Wojtyla no es más que un ser humano consumido y necesitado de descanso ya eterno al que ni Dios puede exigirle más. La estampa de un pobre anciano machacado por la enfermedad y arrastrado en carromatos y pedestales móviles hasta el pie del poderoso cañón del Vaticano es tan penosa que mueve a la indignación. Ignoro si su contumacia se debe a una decisión personal o a las intrigas de la curia, si su conmovedora imagen de espectro sufriente, enmudecido y tembloroso es aún por empeño del pontífice o ya por estrategia de su corte vaticana. Lo cierto es que, sin pretenderlo, estas efectistas apariciones de la amímica cabeza visible de la Iglesia están poniendo en evidencia la rigidez, el agotamiento y la necesidad de renovación de la totalidad del cuerpo eclesial. En todo caso, a quienes no creemos en el Espíritu Santo esta impúdica exhibición de agonía nos mueve a buscar una respuesta racional a tan incomprensible actitud. ¿Será que al acercarse la hora no ve tan claro lo de la otra vida y se aferra a ésta con ahínco de ateo? Su alta voluntaria del Gemelli es la mejor demostración de sus ganas de seguir viviendo. ¿Querrá el antiguo deportista batir el récord de longevidad papal en poder de Pío Nono? ¿Estará amortizando los elevados costes del cónclave que eligió a su efímero predecesor? El caso es que Juan Pablo II ya no es más que un busto de rostro grotesco que desde las alturas agita la mano derecha y mueve los labios sin pronunciar palabra para asombro de espectadores boquiabiertos. Exactamente como ese artilugio mecánico que desde hace siglos marca las horas en la catedral de Burgos. Visto lo sucedido el domingo de Pascua, más que por un Papa los católicos parecen gobernados por un Papamoscas. Eminencias, un poco de caridad cristiana.

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Por Fernando SÁEZ ALDANA

Sobre el autor

Haro, 1953. Doctor en Medicina especialista en Cirugía Ortopédica y Traumatología jubilado en 2018, ya escribía antes de ser médico y lo seguirá haciendo hasta el final. Ha publicado varios libros de relatos y novelas y ha obtenido numerosos premios literarios y accésits. El bisturí es una columna de opinión que publica Diario LA RIOJA todos los jueves desde 2004.