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María José González

El Tragablog

Innerarity me regaló una gran entrevista

 

A la vuelta de las vacaciones, una de las primeras encomiendas de mis jefes fue ponerme en contacto con el filósofo vasco Javier Innerarity con motivo de su participación en el ciclo ‘La sociedad en busca de referentes’ de la Universidad de La Rioja. Fue una conversación impresionante, formidable, soberbia e  inteligente, que derivó en una de las entrevistas con las que más satisfecha me he quedado. Una entrevista posible gracias a un gran entrevistado.  Aquí la dejo:

«Hay muchas decisiones políticas que fracasan porque no tienen un buen diagnóstico de la realidad detrás. Y en eso, la filosofía es uno de los saberes que puede ayudar a hacerlo bien». Quien así habla es el filósofo Daniel Innenarity (Bilbao, 1959). Catedrático de Filosofía en la UPV, investigador en Ikerbasque y Premio Príncipe de Viana de la Cultura 2013.
-¿Se gobierna bien en el siglo XXI?
-Hay que partir de la consideración de que es más difícil gobernar que en otras épocas. Para gobernar bien necesitamos un conocimiento de la realidad, una anticipación del futuro y de los procesos sociales. Pero, además, hay mil condicionantes: las sociedades son más activas, no se gobierna sobre gente ignorante o apática y, al mismo tiempo, también nuestros espacios políticos son mucho más interdependientes. En ese entramado es muy difícil gobernar, muy difícil. Realmente estamos en un momento de cambio social muy acelerado y tiene que haber también un aprendizaje de nuevas formas de gobierno.
-¿Esa falta de anticipación explica fenómenos como Podemos o movilizaciones ciudadanas pretéritas?
-Sí, es una parte del problema. Los partidos políticos tienen grandes dificultades en este momento de enorme volatilidad electoral en el que es muy difícil captar el voto. Por otro lado, la idea de programa electoral no tiene el sentido que tenía antes cuando vivimos circunstancias históricas tan cambiantes. Los programas tienen que ser mucho más flexibles y hay que prometer poco en general. En ese contexto es lógico que aparezcan nuevos competidores que gozan de mucha flexibilidad, saben moverse bien en las redes sociales y, sobre todo, no tienen un pasado. Creo que el fenómeno de Podemos, como otros similares que ha habido anteriormente, es que en realidad lo que queremos es algo nuevo, aunque no sepamos lo que va ser. Eso representa un valor más importante que votar a un partido que representa una tradición más o menos reconocible.
-Todo empezó con el 15-M. Llevamos una movilización social desconocida. Quizás habría que retrotraerse hasta la Transición.
-Seguramente.
-¿En qué medida las malas gobernanzas lo han precipitado?
-Forman parte de una confluencia de varios factores: la crisis, la corrupción que se ve más y ante la que la gente muestra menos tolerancia…
-Afirma que la vida política está protagonizada por quienes han demostrado más habilidad para acceder a ella que para gobernar…
-En mi opinión existe una gran desproporción entre teorías y gente que se dedica a facilitar el acceso al poder, es decir, el marketing electoral, y teorías acerca de qué hacer con el gobierno. Hay muchos más asesores para ganar las elecciones que asesores de gobierno. Y como, además, el gobierno se ejerce en medio de un calendario electoral lleno de citas, más que gobernar, los gobiernos se centran en la acción electoral. Esa es una grave disfunción: aparte de ganar las elecciones, cuando se ganan hay que saber qué se va a hacer.
-¿Políticos versus tecnócratas?
-La política inteligente es aquella en la que los criterios técnicos y los criterios de legitimación democrática no están totalmente separados y hoy en día se ha producido una gran ruptura entre ambos. Hay actores políticos que son los adalides de la democracia, cuya competencia podemos poner en cuestión, y hay personas muy competentes, a las que les importa muy poco la legitimidad democrática. Creo que ese es uno de nuestros problemas estructurales como sociedad democrática.
-¿Y esto es específico de España?
-No. Lo vemos en todos los países de Europa, en la estructura de gobierno de la UE y en Estados Unidos.
-Más preocupación por llegar al gobierno que por cómo gobernar. ¿Se puede trasladar esta teoría al desafío independentista catalán?: más preocupación por celebrar el referéndum que por qué se haría con una Cataluña independiente.
-Bueno, también lo podemos poner a la inversa: los defensores de que Cataluña se quede en España a lo mejor tampoco han reflexionado suficientemente sobre que sea lo conveniente. Yo he estado viviendo en Inglaterra este año y he visto debates sobre el tema de Escocia. Argumentan con pasión, pero con bastante respeto, acerca de los pros y de los contras. Y sobre todo allí he aprendido una cosa muy clara: sea cual sea el resultado del referéndum del día 18, los principales actores estarán sentados al día siguiente en una mesa negociando. Es decir, acabarán en el punto de partida: la política es negociar y pactar siempre.
-No parece una característica de la política española…
-En España, el acuerdo se entiende como una claudicación. De hecho es uno de los poquísimos países de Europa, si no el único, que en los últimos 30 años no ha tenido ninguna coalición de gobierno. El problema es que con el radicalismo del «todo o nada» las sociedades no avanzan. Los grandes cambios sociales se hacen cuando se articula una mayoría social y política detrás de ellos. Acabamos de estrenar la LOMCE, el típico ejemplo de que las decisiones sobre temas fundamentales no se deben tomar de forma unilateral.
-Lo mismo que previsiblemente ocurrirá con la reforma de la Ley electoral
-Sí. Todo lo que tiene que ver con reglas de juego y marcos de convivencia, requiere un pacto amplio. Pero en España se ha generado una cultura política muy sectaria, muy de parte, muy parcial y muy partidista. Esa es una de las cosas que están detrás del malestar en el que vivimos.

Sobre el autor

María José González Galindo. Bilbao. Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad del País Vasco (UPV). Periodista de Diario LA RIOJA desde 1991. Redactora de Local en las áreas de Economía, Infraestructuras y Laboral.


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