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Mayte Ciriza

Que quede entre nosotros

Dormir más para vivir mejor

Ha disparado las alarmas y originado muchos artículos un estudio publicado el pasado mes de junio en una revista científica, cómo no, norteamericana. Resulta que en este mundo occidental nuestro, a la obesidad infanto-juvenil se añade otra epidemia: la falta de sueño de los niños y adolescentes. Según el estudio, los jóvenes duermen menos de lo que necesitan durante la semana, nada menos que dos horas le quitan al sueño cada noche, y no recuperan ese déficit los fines de semana. De lunes a viernes tienen horario de ejecutivo nipón y entre las clases, las tareas escolares, las extraescolares, hacer deporte, el ordenador, chatear, enviar mensajes, la play y ver la tele se acuestan a las mil. A mi me toca sufrirlo con el mayor, quince años, y encima a esa edad descubren que tienen hormonas.
Los adolescentes son los que más tendrían que dormir y son los que menos duermen. Por la mañana están agotados, y como los fines de semana no los dedican precisamente a dormir, esta falta de sueño lleva a un cansancio crónico, les pone insufribles, les afecta a la memoria y al aprendizaje, les produce falta de atención y por tanto una bajada del rendimiento académico. Además, en estas edades los padres no solemos vigilar las horas de sueño, como se hace, en cambio, con los más pequeños. Por si fuera poco, se suele producir un conflicto porque los padres creemos que si se quedan en la cama, son unos vagos o antisociales cuando, en realidad, lo que necesitan es ¡dormir! Nos preocupamos de sus estudios, de las compañías, de lo que hacen, de todo menos de que duerman. En fin, como tantas otras veces, se trata más de educarnos a los padres que a los hijos.
La sociedad parece imponer un modelo de hiperactividad, de dormir poco, de estar permanentemente activados, una exigencia de un mundo donde impera eso de que el tiempo es oro y por tanto, ¿dormir?, una pérdida de tiempo. Y esto en España nos afecta especialmente, porque este es un país que duerme poco: dormimos casi dos horas menos de media que el resto de los europeos. Y nuestros jóvenes duermen menos que los que menos duermen. A ver si nos convencemos de que dormimos para estar despiertos (insomnes como mi santo al margen, menos mal que es silencioso). Este mes de agosto pienso predicar con el ejemplo y dormir todo lo que pueda para levantar la media. Dormir más para vivir mejor.

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Por Mayte CIRIZA

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