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Mayte Ciriza

Que quede entre nosotros

Noventa gramos en lata

        Estos días la Tizona, la espada del Cid, ha librado, ella sola,
una nueva batalla, no sabemos si la última. Resulta que el Ministerio de
Cultura no ha querido comprar la espada, que estaba en manos de un particular,
y lo ha tenido que hacer la
Junta de Castilla y León, que ya la ha depositado en un
Museo, en medio del fragor del debate sobre la autenticidad del arma.
 

Esto me recordaba que una cosa es la tradición, la
cultura, la historia de una sociedad, lo que son sus raíces y sus señas de
identidad, y otra muy distinta esta locura colectiva que se ha desatado con los
nuevos mitos de nuestra sociedad: famosos, cantantes, actores y demás.

 

Las reliquias de los santos o de los personajes de la Historia han sido
sustituidas por los nuevos iconos, por los que se pagan cifras millonarias.
Para los admiradores de las estrellas, poseer uno de sus objetos no tiene
precio. Así, por ejemplo, se han pagado cantidades desorbitantes por el piano
en el que ensayaba John Lennon, por la guitarra de Paul McCartney, por el
certificado de matrimonio de Elvis (la Beatlemanía y la Elvismanía son capítulo
aparte), por el sombrero de John Wayne o por la peluca de Andy Warhol. Uno de
los mitos modernos que más cunde es Marilyn Monroe, de la que se ha subastado
casi todo, ¡hasta sus bragas!

 

Hay todo un negocio montado alrededor de estos
fetiches, lo que es una muestra más de los excesos de esta sociedad de la
opulencia. Para diferenciarse, para sentirse únicos, algunos quieren poseer ese
objeto que les contagie del glamour del mito, como si esto les hiciera
parecerse a ellos: lo último es un frasco de “aire” envasado, respirado por
Angelina Jolie y Brad Pitt. Algo similar a los globos hinchados por un artista
italiano, Piero Manzoni, y que, bajo el título de “Aliento de artista”, los
vendió como una de sus obras de arte.

 

El no va más son, precisamente, las latas de mierda
que llevan la firma de ese mismo artista. Sí, como suena. El tal Piero decidió
enlatar sus propios excrementos en la década de los sesenta. 90 latas de 90 gramos. Pues bien, a
finales de mayo, la famosa casa de subastas Sotheby’s subastaba y lograba
vender una de estas latas, la número 18, por nada más y nada menos que 124.000
euros. Ojo, que en 2002 la prestigiosa Tate Galery de Londres compró la número
4 por unos cuantos miles de libras en medio de una gran polémica al tratarse de
dinero público.

 

Cualquier día nos encontramos con una subasta de
latitas de éstas de los famosos del cine, o del fútbol, o de la canción. Unas
latas que demuestran hasta qué punto lo excéntrico y lo irracional anidan en
nuestra sociedad. Quizá en el fondo el joven Manzoni, al enlatar sus
excrementos, no hacía otra cosa que criticar esta sociedad mitómana en la que
vivimos. Quizá quiso pagarle con la misma moneda: con una provocación de 90 gramos en lata.

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Por Mayte CIRIZA

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