>

Blogs

Mayte Ciriza

Que quede entre nosotros

Mujeres como las de antes

Mi abuela nunca me había contado esta
historia. Estábamos dando un paseo por el parque cuando me dijo que su maestra
en Leiva, hace la tira de años, había propuesto a sus padres que la enviaran a
estudiar a la Universidad. Al enterarse mi bisabuela de que eso suponía cuatro
o cinco años, le dijo a la maestra que para entonces ya se habría casado y que
para qué demonios le iba a servir una carrera una vez casada. Luego se casó,
precisamente, con un maestro, y tanto tiempo después, a sus 88 años, de lo que
se lamenta mi abuela es de no haber estudiado una carrera que le hubiera
permitido tener un trabajo remunerado. Porque trabajar, ¡anda que no ha
trabajado! Crió a cinco hijos en un pueblo y en aquellos años duros de la
posguerra.

Siempre me ha dicho que lo más importante
es que las mujeres tengan una independencia económica, “así que, hija mía, tú
aplícate para que no tengas que depender de nadie”. Todo lo contrario del ideal
femenino vigente durante tantos años.

Ese modelo de mujer se recoge en un
artículo de hace 50 años en este mismo periódico, que me envió hace poco un
buen amigo. Bajo el título “¿Cómo le gustaría que fuera su novia? ¿Y su mujer?”,
se publicaba en “La Nueva Rioja” de entonces que “los hombres se reúnen en el
café y comentan y critican continuamente a la mujer… Ese ideal femenino, ese
concepto de mujer que buscan cuando son solteros y que luego desean encontrar
en la mujer una vez casados”. Y se recogen los pareceres de “un hombre de
negocios, un intelectual, un hombre de la calle, un trabajador y un
oficinista”.

Según ese ideal femenino, “si el hombre
trabaja, si somos nosotros los que tenemos que ganarnos la vida, la mujer debe
atemperar sus planes a nuestras ocupaciones. Obligo a que me tenga los
calcetines dispuestos, la camisa planchada, los botones zurcidos”. “Exijo un
hogar ordenado, las zapatillas en su sitio, el batín… Que sepa cocinar bien
para poderme mostrar orgulloso de invitar a cualquier compañero de trabajo o a
mi jefe de sección”, o “exactitud en las comidas y en los desayunos. Por eso
busco una mujer que sea puntual en levantarse. Debe tener buen carácter para
cuando venga malhumorado”. Menos mal que no todo era así, al “hombre
intelectual” le “horroriza la idea de que la mujer sea sólo una máquina de
fabricar hijos y una criada que continuamente esté limpiando la casa”, pero es
la excepción (se puede encontrar una trascripción íntegra del artículo en
https://blogs.larioja.com/entrenosotros).

Aunque a muchos nos parezcan del
paleolítico, por desgracia algunos siguen funcionando con estos mismos esquemas
mentales y sociales. Lo que se esconde
en estos comentarios es la idea de posesión y sumisión de la mujer, que es lo
que está detrás de la incesante violencia contra las mujeres. ¡Que razón tiene
mi abuela! La mayor revolución de los últimos tiempos es la emancipación de las
mujeres. Y es que, afortunadamente, cada vez quedan menos mujeres como las de
antes.


Artículo publicado en Diario La Nueva Rioja. 1957

¿Cómo le gustaría que fuese su novia? ¿Y su mujer?

¡Las mujeres!… ¡Las mujeres!…
Los hombres se reúnen en el café, en el plácido casino a media luz, y comentan
y critican continuamente a la mujer. Opinan y discuten, y de esas discusiones
nace el ideal tipo. Ese ideal femenino, ese concepto de mujer que buscan cuando
son solteros y que luego desean encontrar en la mujer una vez ya casados.

Escuchemos algunos pareceres:

Un hombre de negocios.-
Cuando era soltero, exigía de mi novia la comprensión. Soy un hombre que
dispongo de poco tiempo y por lo mismo me resulta muy complicado el que ella me
obligase a estar todas las tardes, de siete a diez, haciéndole compañía. Si el
hombre trabaja, si somos nosotros los que tenemos que ganarnos la vida, la mujer
debe atemperar sus planes a nuestras ocupaciones. Ya después de casado me gusta
que mi mujer sea hogareña. Obligo a que me tenga los calcetines dispuestos, la
camisa planchada, los botones zurcidos…

Un hombre intelectual.-
Para mí, la mujer es algo compañero. En la vida de un hombre, la novia, al
igual que la esposa, es un ideal maravilloso. Sirve de estímulo, de inspiración. Busco, pues, en
ella la colaboración más perfecta. Que viva mis alegrías y mis fracasos, que
espiritualmente seamos también uno. Me horroriza la idea de que la mujer sea
sólo una máquina de fabricar hijos y una criada que continuamente esté
limpiando la casa. Me alegra que tenga inquietudes intelectuales, que lea, que
guste de la música y pintura, y a ser posible que tenga una bonita profesión
liberal.

Un hombre trabajador.-
Cuando era novio, exigía de mi mujer una completa fidelidad. Nada de coqueteos
ni de trajes escotados. Ya de casados, exijo que sea hogareña. Que tenga a los
hijos limpios y cuidados, que la comida esté preparada a tiempo y que sea buena
administradora.

Un hombre de la calle.-
Para mí, la mujer debe dedicar un cuarto de hora al pensamiento de que hay algo
más importante que el tamaño de su cabellera, y otro cuarto de hora a
compenetrarse de la importancia de sus condición. Me gusta encontrar en la
mujer-novia audacia para trabajar, prudencia, tenacidad, blandura y sentido
hogareño. Ya de casados, que tenga siempre la idea de que el matrimonio no es
un fin, sino un comienzo. Que sea bondadosa, que cuide de la casa y que se
preocupe por los hijos. Eso, para mí, es lo fundamental.

Un hombre oficinista.- La
vida de la mujer debe atemperarse a mi horario. Exactitud en las comidas y los
desayunos. Sobre todo en los desayunos. Por eso busco una mujer que sea puntual
en levantarse y en recogerme a la salida de la oficina. Debe de tener buen
carácter para cuando venga malhumorado. Exijo un hogar ordenado, las zapatillas
en su sitio… el batín… Que sepa cocinar bien para poderme mostrar
orgullosos de invitar a cualquier compañero de despacho o a mi jefe de
sección…

  

Temas

Por Mayte CIRIZA

Sobre el autor