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Mayte Ciriza

Que quede entre nosotros

Y tan normal

Mi madre no me dejaba, cuando éramos pequeñas, llamar a una casa a la hora de comer o después de las 10 de la noche, no son horas de llamar. De hecho, incluso hoy en día esta especie de norma de urbanidad en cuanto al teléfono fijo se sigue manteniendo, aunque también es verdad que cada vez se llama menos al fijo de una casa.

En cambio, esto no vale para los móviles o los smartphones (en realidad son miniordenadores, es como tener el despacho en el móvil). Estos aparatos han llegado para quedarse en nuestras vidas. Y nos las han cambiado. Ya no hay horarios para contestar una llamada, un sms o un correo electrónico, o para colgar un comentario en facebook o en twitter.

Ni horarios ni espacios, porque da igual dónde estés, en una comida de trabajo, en una cena con amigos, en el tren, en el cine o en un funeral. En el último en el que estuve, por cierto, sonó más de uno. Todos nos podemos despistar, pero cuando le ha pasado a otro siempre miras a ver si lo tienes en modo silencio o vibración. Pues no, en ese funeral sonaron varios y, esa es otra, ¡qué politonos!, por sus politonos los conoceréis.

El que llama no sabe lo que haces, el hecho está en los que contestan, y lo hacen en público, te clavan la conversación, les da igual (habitualmente hablan chorradas), pero qué gritos pegan, en la consulta del médico me pasó hace días-, en el transporte público, en una tienda, en la peluquería también hace poco, estaban con el secador del pelo, nos podemos imaginar el volumen de la conversación-. Lo del avión es la mejor definición de esta dependencia, en cuanto se aterriza todo el mundo enciende con rapidez el móvil y lo mira compulsivamente a ver si ha tenido alguna llamada, mensaje o correo electrónico.

Cómo será la cosa, que cuando llegamos a una zona sin cobertura parece que nos falta algo, nos sentimos perdidos. Estar en un pueblo sin cobertura, o en una zona del monte, es sentirse como los que hace siglos se aventuraban a descubrir mundos desconocidos e inhóspitos. Volver a la zona con cobertura es volver a la civilización.

Nunca me han gustado mucho las películas del oeste, pero recuerdo esas en las que el sheriff requisaba las pistolas a los que entraban en el pueblo, y claro, se liaba parda porque siempre se quedaba algún revolver en la bota. Pues bien, en algunos establecimientos o momentos habría que hacer lo mismo, poner a alguien a requisar los móviles hasta que acabase la reunión, la comida, la película o el funeral.

Si estás con alguien, en una reunión de trabajo o en una comida, siempre será más importante la persona con la que estás que atender las llamadas o mensajes que te entran, salvo que sea algo realmente urgente. De lo contrario, vamos camino de convertirnos en una sociedad de individualistas interconectados, de maleducados digitales. Y parecerá tan normal.

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Por Mayte CIRIZA

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