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Mayte Ciriza

Que quede entre nosotros

No te olvides

Habíamos acabado la conversación, estábamos despidiéndonos e íbamos a colgar ya, cuando volvió otra vez a recapitular lo que habíamos hablado: “bueno, pues nada, entonces, lo que hemos quedado, yo me encargo de….”, y me tuvo otros cinco minutos más al teléfono repitiendo lo dicho. De estos hay muchos, los que en una conversación repiten lo mismo una y otra vez, sin decir nada nuevo; los que, cuando por fin has conseguido acabar, vuelven al ataque, a contar la misma historia o a dar las mismas opiniones de nuevo. Son los repetidores habituales y son agotadores. En riojano les llamamos cansos.

El otro día me pasó con un médico amigo, me dio el diagnóstico, me hizo la receta y volvió a explicarme dos veces más lo que ya me había indicado. Como era amigo le hice ver que ya me había enterado la primera vez, y confesó que estaba tan acostumbrado a que le preguntaran varias veces lo mismo y a tener que repetir las explicaciones y el tratamiento que debían seguir los pacientes (además de escribirlo), que ya, de manera automática, lo repetía varias veces sin que se lo pidieran.

¿Por qué nos repetimos tanto? Tiene algo que ver con que, de hecho, somos animales de rutinas, de costumbres, de repeticiones. Escuchamos la canción que nos gusta no sé cuántas veces, no nos importa volver a ver de nuevo esa película que nos ha gustado, vamos por el mismo sitio siempre al trabajo, en fin, incluso repetimos gustosos los mismos errores una y otra vez. Nos estudiamos las cosas repitiéndolas, porque sin repetición no hay aprendizaje. Es decir, que hay que asumir que la repetición forma parte importante de nuestras vidas. Pero de ahí a los cansos, a los que repiten todo, hay un trecho.

Siempre me pregunto si la gente que se repite tanto es por inseguridad, o porque creen que nadie les escucha cuando hablan o porque consideran estúpida a la persona con la que están hablando. Es más, algunos abiertamente te dicen “no sé si entiendes lo que te quiero decir”, y ¡zas! te clavan la repetición otra vez, sin que puedas ni rechistar. Producen agotamiento, hastío, y lo único que consiguen es que pases de ellos.

“No sé si te lo he dicho…” es una de las coletillas preferidas de los cansos, de los que se repiten más que el ajo, de los que empiezan así para volver a contar otra vez lo que te han contado ya varias veces. Pero, desde luego, la peor de todas, la que se lleva la palma, la que abre la puerta a que te vuelvan a repetir todo, la que cuando la pronuncian hace que me eche a temblar, es la de “bueno, pues nada, adiós, y no te olvides de….”. Y te lo vuelven a decir todo otra vez. Pues eso, que no te olvides.

 

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Por Mayte CIRIZA

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