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Mayte Ciriza

Que quede entre nosotros

Prudencia


No digo que sea la personificación de la prudencia, pero ves a Ancelotti en la tele y hace las declaraciones después del partido con tranquilidad, con buen tono, sin aspavientos, con mesura en la forma y en el fondo. En cambio, aunque no entrena en España, el anterior entrenador, Mourinho, sigue siendo noticia cada semana por sus salidas de tono, por sus polémicas con todo y con todos, en definitiva, por su imprudencia.
No hay que irse al fútbol. Hace unos días un amigo nos confesaba “he sido un bocazas”, con tono de arrepentimiento y pesadumbre, a propósito de una relación personal ya rota por su falta de discreción. Aplicamos un doble rasero con la vida privada, no nos gusta que cuenten la nuestra, pero participamos con entusiasmo en el chismorreo de la de los demás y, claro, esto se paga.
“Los cotilleos matan, llenan el corazón de veneno y amargura, dañan la calidad de las personas, del trabajo y el ambiente”, decía el mismísimo Papa hace un par de semanas, en una llamada de atención a la discreción y a la prudencia. Vivimos tiempos de poca prudencia, al hablar, al juzgar a la primera de cambio, al opinar, al actuar, todo es inmediato, al momento, sin pararse a analizar y a sopesar lo que vamos a hacer o decir. Decididamente la prudencia no está de moda, porque se confunde con el que no actúa, con el retraído, con el poco emprendedor, con el cauteloso, como si fuera sinónimo de lentitud en esta época en la que todo tiene que ser instantáneo.
Pero no es así, la prudencia es una de las grandes virtudes, y tendríamos que reclamarla mucho más, sobre todo a quienes nos gobiernan, para quienes tendría que ser una condición imprescindible. Prudencia no es lo contrario de audacia, hay que ser audaz en la vida y en la política, hay que ser valiente y emprendedor, pero eso no está reñido con la sensatez y el buen juicio. Ahora mismo tenemos una buena muestra de lo necesaria que es la prudencia para tratar un caso tan candente como el referéndum independentista catalán. Frente a la reacción visceral e impulsiva de algunos, creo que hay que aplicar más prudencia que nunca: “la temeridad es peligrosa en un dirigente, el verdadero coraje es la prudencia”.
Pero no solo en política. ¡Cuánto mejor irían las relaciones personales si fuéramos más prudentes en nuestros comentarios! Somos esclavos de lo que decimos y dueños de lo que callamos. Necesitamos más que nunca la prudencia, la clave está en cómo cultivarla, aunque eso hay que hacerlo también sin pasarse, con prudencia.

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Por Mayte CIRIZA

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