Bajan a primera hora de la mañana y toman posesión de su parcela playera, clavando ufanos en la arena el palo de la sombrilla. Ni los conquistadores de Julio Armas, al tomar posesión de las tierras descubiertas en América, se sentían tan satisfechos clavando en la tierra la bandera de la Corona como estos modernos conquistadores de la playa. Después, en rigurosa y calibrada primera línea, despliegan meticulosamente sobre la arena esterillas y toallas, y completan la fortificación con sillas y tumbonas, ocupando todo el espacio posible.
A esa temprana hora todavía quedan los surcos del rastrillo del tractor que ha peinado poco antes la arena. Algunos, incluso, esperan acechando a que el tractor acabe su tarea para tomar posesión del terreno. Al pisar esa arena recién removida sienten la emoción de quienes desembarcaban en aquellas tierras del Nuevo Mundo por primera vez. Luego suben a desayunar, o a hacer la compra, o a cualquiera de las tareas matutinas propias del mes de agosto. Así que para cuando consigo que mi santo baje, por fin, a la playa, me encuentro, como el común de los mortales, con varias filas de toallas y sillas (muchas de ellas vacías) que harían imposible el desembarco de Normandía.
Cómo será la cosa que hay municipios que han empezado a tomar cartas en el asunto. En Cunit (en la provincia de Tarragona) el ayuntamiento ha aprobado una ordenanza por la que se pueden retirar sombrillas, tumbonas y toallas si no hay nadie que las esté ocupando. Si pasado un mes no lo reclama nadie, se los queda el Ayuntamiento. Vamos, que el reservar se va a acabar.
Así que ahora, además de que no se va a poder ocupar la playa a primera hora para empezar a usarla horas después, siempre se va a tener que quedar alguien de guardia, mientras los demás se bañan, juegan a las palas, o se van a dar un paseo por la orilla, esas actividades playeras que hacen las delicias de Fernando Sáez Aldana.
Me temo que esta nueva normativa, que supongo que se irá extendiendo por el resto de la costa, además de evitar que se cometan excesos en la ocupación de un espacio público, pretende fomentar el uso de las hamacas de alquiler, que asociadas a los chiringuitos, supone una fuente de ingresos para los Ayuntamientos. En estos casos, como el género humano se adapta con facilidad a las nuevas situaciones, ya que hay que alquilar la tumbona para tener un espacio de playa, cada vez son más habituales los que bajan pertrechados con la nevera y echan el día.
De todas formas, si esto se generaliza, seguro que surge la figura del ocupador de toalla, que por un módico precio (más barato que las tumbonas de alquiler) se tumba al sol hasta que llegan los propietarios del kit playero.