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Mayte Ciriza

Que quede entre nosotros

Hay que reconocer

“En España, si te va bien, ya le caes mal a la mitad de la población”, decía hace unos días Martin Varsavsky, el empresario residente en España de origen argentino que ha triunfado en el mundo con la creación de varias empresas tecnológicas. “Hay más admiración por el emprendedor en Alemania o en Inglaterra. Los españoles no aguantan el éxito, no soportan que un tío cualquiera tenga éxito. En cambio, en Estados Unidos, los que triunfan en el mundo de la empresa son héroes nacionales”.
Cada vez se habla más de la importancia de fomentar el espíritu emprendedor en nuestra sociedad, de que necesitamos emprendedores que creen empleo y riqueza, de que hace falta un cambio de mentalidad en nuestros jóvenes para que transformen sus ideas en empresas, para que innoven, para que vayan más allá y no se conformen con ser empleados de alguien, sino que sean ellos los que piensen en crear su propia empresa.
Todo esto hay que hacerlo, pero además tenemos que cambiar nuestra mentalidad con respecto al que triunfa; de nada servirá fomentar la creatividad y la capacidad de desarrollar ideas innovadoras si a la vez los españoles miramos con malos ojos al que destaca en el mundo empresarial o en cualquier otro ámbito.
El lenguaje revela siempre la forma de pensar. Como escribió Díaz-Plaja, la expresión “hay que reconocer…” se dice siempre de algo positivo (“hay que reconocer que es un gran empresario, o un gran escritor”), no se suele utilizar para algo negativo (“hay que reconocer que es un imbécil”), como si el reconocer lo positivo costase más, como si hubiese que esforzarse en ver algo bueno y lo normal fuese resaltar lo negativo.
Aquí los elogios llegan, en todo caso, después de muertos. Juan de Iriarte en el siglo XVIII, ya escribió “solo alabas, solo aplaudes / a los difuntos poetas / no estimo tu voto en tanto / que por lograrle me muera”. Y a veces ni aun después de muertos se acaba la envidia. Lo hemos visto estos días con dos grandes emprendedores y empresarios españoles como Emilio Botín e Isidoro Álvarez (los dos fallecidos a los 79 años).
Las redes sociales han mostrado estos días que la envidia sigue siendo uno de los pecados capitales de los españoles. Un envidioso jamás perdona el mérito, y a Botín y Álvarez algunos no les han perdonado su grandísimo mérito. Como diría con ironía Díaz-Plaja, “hay que reconocer” que han sido dos personas que han trabajado duro y han levantado dos de las más grandes empresas de España, han creado miles de puestos de trabajo, han contribuido al desarrollo económico y al progreso de nuestro país y han dado un enorme impulso a la marca España en el mundo. Por eso, “hay que reconocer” que este país necesita más personas como Emilio Botín e Isidoro Álvarez; sin duda, esto sí que “hay que reconocer”.

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Por Mayte CIRIZA

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