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Mayte Ciriza

Que quede entre nosotros

Listas

Estos días todo el mundo anda hablando de las listas a las elecciones del 20D, pero no me quiero referir a las listas electorales, sino a esas otras listas que proliferan ahora que acaba el año. Listas de las canciones más escuchadas, los mejores restaurantes, los vinos más recomendables, las películas más vistas, los libros más vendidos o los acontecimientos más importantes. Listas también con los hombres más sexys o las mujeres más elegantes. La más envidiada es la lista Forbes, con las mayores fortunas del planeta. Y en la que no conviene aparecer nunca es en una lista negra.
Leo en este nuestro periódico que se acaba de publicar el libro “Listas memorables”, del inglés Shaun Usher, en el que se recogen 125 listas de todo tipo y condición. Las hay extraordinariamente curiosas, como la paródica de Mark Twain, sobre a quién hay que rescatar antes en caso de incendio. Las hay que desmontan mitos, como la que Einstein impuso a su mujer (no hablar con él o tener la ropa siempre a punto). Las hay que son puro sentido común, como la de Thomas Jefferson en su “decálogo de reglas a cumplir en la vida cotidiana” (la 8ª es genial: “¡cuánto dolor nos han causado los males que nunca han ocurrido!”)
También podríamos hacer una lista de libros sobre listas. En 2009 Umberto Eco publicó “El vértigo de las listas”, donde reivindica estas clasificaciones como un signo de nuestra cultura. Desde el principio de la humanidad nos hemos dedicado a hacer listas. Es una manera de concentrar el conocimiento y recordar mejor las cosas. Por eso están presentes en las religiones, como los diez mandamientos, en las tablas del Sinaí.
Estamos rodeados de catálogos, de recopilaciones, de inventarios, anuarios, agendas, almanaques, tablas… Listas de lo que merece ser recordado y de lo que queremos evitar. En lo personal es muy útil hacerse listas, desde la lista de la compra a la de los regalos que tienes que comprar en Reyes. Sirven para pensar menos, lo anotas y te olvidas hasta que llegue el momento de hacerlo.
¿Quién no se hace una lista de tareas pendientes, de ingresos y gastos, de objetivos a cumplir? El placer de los inventarios, de las enumeraciones… Por ejemplo, la lista de las cosas que nos gustan, especialmente recomendada cuando una está de bajón: el olor del mar, el zumo de naranja, el jamón, los huevos fritos con patatas, las nueces, la sensación de las sábanas recién limpias, ver una buena película en el cine, salir a tomar algo con mis amigos, el azul, la ternura de un bebé, los abrazos y los besos de mis hijos o pasear por la playa con mi santo. Hacer esa lista, repasarla, recordar lo que contiene, es una manera de volver a tenerlo. La felicidad de hacer listas.

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Por Mayte CIRIZA

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