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Mayte Ciriza

Que quede entre nosotros

Ceder

Cuando mis hijos eran adolescentes, estaba de moda jugar con la Gameboy a Pokemon (ahora vuelve a estarlo, en este caso desde el móvil) y, para compensar el tiempo que dedicaban al jueguecito, mi santo –que no soportaba verlos con “la maquinita esa” a la primera de cambio- llegó a un acuerdo con ellos que consistía en que podrían dedicar tantas horas al día a jugar a Pokemon como a leer. Llegaron a un pacto en el que ninguno estaba contento del todo, pero en el que todos conseguían parte de su objetivo.
En el día a día estamos siempre cediendo. En las relaciones personales el respeto es fundamental para ceder. Cedemos con los hijos, con los compañeros de trabajo, con los amigos, con los vecinos, con nuestra pareja. De hecho, en una relación de pareja es importante que haya un equilibrio, tienen que ceder ambos, esforzarse los dos, no funciona si solo cede uno, en ese caso la relación estará condenada al fracaso.
Esto que asumimos con normalidad en nuestra vida cotidiana cuesta mucho más en la política. Frente a los que dicen que el deporte favorito en España es llevar la contraria al otro y que somos muy viscerales, creo que un país que fue capaz de hacer la transición política a la democracia que se hizo, es un país grande cuyos políticos saben pactar y ceder. Si se pactó entonces, que era mucho más difícil, ¿cómo no vamos a ser capaces de hacerlo ahora?
Negociar no es hablar mucho para acabar saliéndose uno con la suya, no se trata de machacar al otro, sino de que el otro también gane, no hay que aniquilar a nadie, sino intentar que todos consigan algo. La clave está en no obcecarse, no empecinarse y en hablar, razonar, para conseguir al menos parte de nuestros objetivos. Muchas veces es una actitud más inteligente ceder que tener discusiones innecesarias o malos rollos. Siempre es más productivo empatizar, ponerse en el lugar del otro, intentar comprender las emociones de la otra persona y tener paciencia. Nadie ha dicho que pactar sea fácil, pero que no sea fácil no quiere decir que sea imposible. Por alejadas que estén las posturas inicialmente, siempre hay puntos de encuentro y espacios en los que ceder.
A los chavales les fastidiaba el trato que hicieron con su padre, pero así podían jugar con la Gameboy y capturar a los Pokemon, no tanto como les hubiese gustado, pero practicaban su juego favorito. Mis hijos no leían tanto como a mi santo le hubiera gustado, pero también leían, que era lo importante. Recuerdo esta humilde anécdota personal de entonces porque en este verano en nuestro país necesitamos que se cumpla aquello que dijo Suárez: “hay que elevar a la categoría política de normal lo que a nivel de calle es simplemente normal”. Son tiempos de ceder.

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Por Mayte CIRIZA

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