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Mayte Ciriza

Que quede entre nosotros

Lo que no cambia

Me pongo a ordenar el trastero una mañana lluviosa de sábado y me doy cuenta de la cantidad de cosas que ya no voy a utilizar nunca, y no sé para qué las guardo. Un atlas y un diccionario enciclopédico que subí cuando los chavales pasaron a Bachillerato, la videocámara con la que hemos grabado horas de vacaciones y tantos días de Reyes cuando abrían los regalos, los álbumes de fotos de aquel viaje a Eurodisney, un par de cafeteras italianas de las de toda la vida –cuando las veo arrinconadas, aún recuerdo el olor a café de madrugada y el sonido al subir el café-, unas cintas de casette con todos los niveles de un curso de inglés y unos DVD’s de películas de aventuras, entre otras cosas.
Ahora, en lugar de los DVD’s vemos las series en Netflix o HBO, hacemos el curso de inglés online, consultamos cualquier duda en internet, si queremos localizar un sitio lo buscamos en Google Maps, las fotos y los vídeos los tenemos en el móvil y en la nube, y por la mañana ya no hay que poner la cafetera en la vitro, basta con introducir la cápsula en la maquinita.
Y como esto nos pasa a muchos, el Instituto Nacional de Estadística acaba de actualizar los productos y servicios que entran en la cesta de la compra, para calcular el IPC y adaptar así la inflación a los hábitos de consumo. A partir de ahora se tienen en cuenta las cápsulas de café, los servicios en línea de vídeo y música o los juegos de azar (loterías y demás). Y quedan fuera de la lista la videocámara, el DVD y el brandy. Esto se revisa cada cinco años, en 2011 se incorporaron las tabletas y los discos duros portátiles, y salieron los CD’s y los alquileres de películas (todavía veo en Logroño algún videoclub, me parece algo heroico).
Hoy en día, ¿quién envía un fax?, ¿quién utiliza las páginas amarillas?, ¿quién cambia monedas para llamar desde las pocas cabinas de teléfono que quedan?, ¿quién usa una agenda de direcciones en papel?, ¿quién compra carretes de fotos?, ¿quién escribe cartas a mano o envía un telegrama?, ¿quién busca una calle en un mapa de papel?, ¿quién tiene en casa un teléfono fijo con cable? Alguna de las cosas que utilizábamos son piezas de coleccionista, como las máquinas de escribir o los teléfonos con rueda.
Ahora no podríamos vivir sin cosas que hace pocos años no existían: el teléfono móvil, internet, las tabletas, las redes sociales, la wifi, las teles de pantalla plana o los servicios online. Todos los cambios en los hábitos de consumo están marcados por la tecnología, ¡de qué manera y a qué velocidad! Pero seguimos disfrutando del placer de ver una buena película o una serie, nos gusta recordar los buenos momentos y compartirlos, no hay nada como tomarse un café recién levantada o una buena conversación con los amigos. Esto es lo que no cambia.

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Por Mayte CIRIZA

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