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Mayte Ciriza

Que quede entre nosotros

Amarga venganza

Entró al correo electrónico de su exnovia y envió a todos sus contactos una fotografía en la que ella aparecía practicando sexo con él, como represalia por haber puesto fin a la relación que mantenían. Añadió también el teléfono y un texto en el que invitaba a todos los receptores a que la llamaran para tener sexo oral. El juicio contra el subinspector de la Guardia Urbana de Barcelona por esta pornovenganza contra su expareja y también policía ha comenzado hace unas semanas y tanto la fiscalía como la acusación particular piden tres años de cárcel por un delito contra la intimidad y dos por un delito contra la integridad moral.

Por desgracia, estos casos están a la orden del día, ahora facilitados por las nuevas tecnologías, pero el sentimiento que los anima existe desde que el mundo es mundo. El vengador justiciero es un tópico del cine y de la literatura, y además fascina a espectadores y lectores: nos encanta que el malo sufra y reciba su castigo. ¿Quién no ha disfrutado con “El conde de Montecristo” de Dumas, por no hablar de tantas otras películas o novelas?

La venganza habita en el alma humana, pero aunque sea un detonante emocional muy poderoso, se vuelve en contra de quien la practica. Sin llegar a extremos como el caso de los policías de Barcelona, el día a día está lleno de pequeñas venganzas, de ajustes de cuentas. Todo el mundo, y de una forma muy particular la política, tiene cuentas pendientes, lo que pasa es que hay quien se las cobra y quien no.

Acumular odio, almacenar inquina, es una manera de envenenarse uno mismo. Aunque en un primer momento la venganza pueda calmar el resentimiento, ese deseo de revancha acaba intoxicando al vengador. El rencor acumulado hace que se recree en el agravio, que se quede rumiando la afrenta que cree haber recibido, y eso le impide pasar página y le quita la alegría de vivir. Además, lo peor de todo es que la venganza crea adicción.

La mejor manera de evitar el afán de venganza es olvidar, cosa que no es fácil y hay que esforzarse mucho en conseguirlo. Como decía Borges, tan citado por mi santo: “yo no hablo de venganzas ni perdones, el olvido es la única venganza y el único perdón”.

Si tu novia te ha dejado, si te han hecho una faena en el trabajo, si te han traicionado, el primer sentimiento puede ser desquitarse por ello. Pero la vendetta no te hace mejor. Las malas personas dejan que se cocine en su interior el afán de resentimiento y, aunque crean sentir el sabor dulce de la revancha, en realidad si hay algo que deja un poso amargo es la venganza.

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Por Mayte CIRIZA

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