El lunes mientras los entusiastas de halloween, esa tradición importada de EEUU, preparaban sus disfraces para salir a hacer miedo por las calles, el presidente griego Yorgos Papandreu hizo un anuncio que puso en jaque a todo el Eurogrupo y quién sabe si a la propia Unión Europea. El anuncio de que someterá a referéndum el reciente paquete de medidas aprobado para hacer efectivo el rescate de Grecia ha hundido todas las bolsas europeas y ha disparado la prima de riesgo de la deuda española e italiana a cifras estratosféricas. Ya ven, el lunes hubo miedo y el martes pánico, lo que demuestra que, en este puzzle global en el que vivimos, David puede poner en jaque a Goliath por mucho que se enfade la señora Merkel. El asunto no es menor y tiene una trascendencia que todavía hoy por hoy no puede calcularse en toda su dimensión. Muchos han considerado este órdago del presidente griego al resto de Europa y al Fondo Monetario Internacional una irresponsabilidad, puede que lo sea o puede que no, pero es probable que Papandreu crea que él no puede seguir echando órdagos a sus ciudadanos un día sí y otro también.
Es cierto que el anterior gobierno griego, del partido que hoy lincha a Papandreu, mintió con sus cifras de déficit y ocultó la verdad con artificios presupuestarios pero, a fecha de hoy, sería difícil encontrar un solo gobierno que no haya trampeado su realidad y todavía más complicado resultará dar con un solo banco o entidad financiera que no haya maquillado sus balances y engañado a las malditas agencias de calificación de riesgos que se pasan el día haciendo augurios de futuro pero que no vieron la morralla que ocultaban los balances de Lehman Brothers ni los de Dexia, por citar algunos de los más sonados ejemplos. Dicho lo cual, a nadie se le escapa que desde el inicio de la maldita crisis los gobiernos europeos llevan meses y meses reuniéndose y anunciado soluciones de compromiso cuya aplicación dilatan en el tiempo hasta el siguiente susto. Esto ocurre porque algunos pensaban que el tsunami financiero no iba con ellos, que eran demasiado fuertes y solventes para verse afectados y además porque Europa no tiene una política social, económica, fiscal y financiera común. Para que Europa sea el espacio político que sus fundadores soñaron debiera tener un gobierno común, que actuara como un mando único ante las catástrofes con la única finalidad de proteger a todos sus integrantes. No sólo no es así, sino que ahora tenemos la sensación de que son Merkel y Sarkozy, los que toman las decisiones trascendentales y que Van Rompuy es un simple conserje al servicio de los primeros.
En esta situación, ya que nadie planta cara a los mercados no es de extrañar que Papandreu haya decidido plantarle cara a Europa porque la aceptación del nuevo paquete de medidas lleva aparejada nuevos ajustes. ¿Puede Papandreu adoptar en solitario nuevos recortes sin ser sensible a los exasperados ánimos de sus ciudadanos? Pónganse en su lugar, él solo contra todo su pueblo después de haber impuesto históricos recortes. Si consigue el apoyo de Europa se gana el desafecto de los suyos. El riesgo para Europa es evidente, porque la posibilidad de un “no” a las nuevas medidas para adoptar el rescate puede no sólo producir la quiebra de Grecia, sino la caída del euro y con él todo el proyecto europeo. Si la política es la única posibilidad que tenemos los ciudadanos de intervenir para transformar las cosas, algunas reglas de la representación democrática hay que cambiar para que sintamos que lo que deciden los de arriba es de verdad por nuestro bien y no para engordar la voracidad ajena. Puede que este envite de Papandreu sea el principio del fin o quizás el comienzo de un nuevo tiempo más favorable al ciudadano. Además de lamentarnos algo habrá que hacer ya que a los vampiros no se los conjura enseñándole solamente una ristra de ajos.