Unos se disfrazan y otros se quitan las máscaras, en resumen, ésta ha sido siempre la esencia del carnaval. El disfraz ayuda a pasar desapercibido, por eso, los momentos estelares más grandiosos siempre se han producido con la caída de la máscara, es decir, cuando el personaje se nos muestra tal y como es en realidad. No nos engañemos, casi siempre son los detalles los que muestran la verdadera dimensión de la persona, ese momento no suficientemente controlado en el que el subconsciente traiciona y aparece ante el público su verdadera faz. Podemos decir que, tras la fiesta carnavalera, hemos conocido el pensamiento de dos personajes hasta ayer extraños para la mayoría de los españoles, me refiero a D. José Luis Feito, presidente de la Comisión de Economía y Política Financiera de la CEOE y a D. Antonio Moreno, Jefe Superior de la Policía de Valencia. Hay que reconocer que las palabras de estos dos señores han hecho furor en los últimos días.
El directivo de la CEOE ha reivindicado la retirada del subsidio a los parados que rechacen un trabajo aunque sea «en Laponia». Al querer enviar a los desempleados incluso al círculo polar Ártico no podemos olvidar que sus palabras se pronunciaron tras la aprobación por el gobierno de la reforma laboral y ya hemos visto cómo al conocer su contenido en la CEOE se han fumado un puro (o a lo mejor, dos). En los trabajadores, por el contrario, se ha instalado un creciente temor ante la precariedad intrínseca que supone hoy cualquier trabajo por estable que parezca. Los parados por su parte, ante el terrible anuncio de Rajoy, que pronunció imperturbable, de que pueden destruirse otro millón de empleos, se ven sin esperanzas y sin cobertura de desempleo. En este clima social los directivos de la CEOE debieran ser, como mínimo, prudentes. Sus palabras parecen exigir al gobierno otra vuelta más de tuerca a cargar en las espaldas de los trabajadores que son los grandes paganos de una crisis sistémica profunda que ellos no han producido. Si, como sabemos, rechazar ofertas de trabajo ya está penalizado en nuestra legislación lo que su afirmación sugiere es que la mayoría de los parados no quieren trabajar, salvo que se les ponga la miel en la puerta de casa y teniendo en cuenta los 5.300.000 españoles que hay en paro me parece un insulto vergonzoso. Puede existir, señor Feito, entre todos ellos, un porcentaje de vagos pero no en la elevada proporción que usted ha sugerido. Generalizar tanto no es bueno, ¿cuál sería su reacción si se le espetara a usted que todos los empresarios son unos sinvergüenzas? Tampoco sería justo, pero no olvide que a su anterior presidente, Gerardo Diaz Ferrán lo están juzgando por estafa y apropiación indebida. La movilidad es ya el pan nuestro de cada día y todos sabemos que hoy un 22% de los jóvenes españoles en paro, los más capacitados y preparados, están abandonando España no sé si en dirección a Laponia pero si a Alemania, EEUU o América Latina.
Si a Feito habría que decirle que ha desaprovechado una buena ocasión para callarse, al jefe policial de Valencia debiéramos aplicarle el refrán de que en boca cerrada no entran moscas. Su afirmación de que “no es prudente que yo le diga al enemigo cuáles son mis fuerzas”, refiriéndose a los estudiantes contra los que ha utilizado un nivel de represión desproporcionado, con la aquiescencia de la Delegada del Gobierno, ha sido un desatino justamente reprochable. El lenguaje bélico no se justifica al hablar de conciudadanos que protestan en defensa de lo que consideran la vulneración de sus derechos y menos en un país que ha reconstruido su paz con un abrazo fraterno en torno a una Constitución consensuada. Echo en falta, en conclusión, un poco de prudencia en estos tiempos difíciles. Mientras, yo propongo que a estos dos señores los mandemos una temporada a Laponia, ustedes ya me entienden.