Canta Joan Manuel Serrat que “de vez en cuando la vida nos gasta una broma y nos despertamos sin saber qué pasa”, algo así nos ocurrió el pasado miércoles a muchos al escuchar de boca del flamante ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón que muchas mujeres “ven violentado su derecho a ser madres por la presión que generan a su alrededor determinadas estructuras”. Conocido su desmedido afán de notoriedad no es de extrañar que en su interés por abrirse hueco entre los titulares de prensa haya pensado hacerlo a costa del género femenino y ¿por qué no la víspera del Día de la Mujer Trabajadora? En este país es muy fácil hacer demagogia con asuntos tan serios como el aborto venga a cuento o no el citado asunto. Tenemos una legislación sobre el aborto mayoritariamente aceptada por la sociedad española y cuya modificación en la situación actual no parece que debiera estar entre las prioridades de ningún gobierno, sobre todo cuando el deterioro de la situación social es evidente. La crisis está empujando a muchos ciudadanos hacia la desesperación pero, ante esa evidencia, es mejor distraer al personal con otros temas que no están en la agenda de los españolitos de a pie.
No creo que ninguna mujer que desee ser madre en este país observe a su alrededor ningún tipo de presión social que le obligue a dirigirse contra su voluntad a ninguna clínica para practicarse un aborto. Muy al contrario, creo que contaría con todo el apoyo de sus familiares y amigos. El ministro puede opinar lo que quiera, pero los demás también pueden hacerlo y lo que resulta una violencia estructural en este país es la insistencia de alguna parte de la sociedad en querer coartar la libertad de decisión de las mujeres al tratar de imponerles, por vía legal y punitiva, su posición ideológica.
En la actualidad además de la consabida desigualdad de salarios entre hombres y mujeres, la crisis ha acentuado el índice de desempleo femenino, así que sugiero al sr. ministro que puede poner su atención legislativa en esta materia o en tratar de evitar que muchas mujeres, en edad de ser madres o embarazadas, sean las primeras en ser descartadas en una oferta de empleo o las primeras en ser despedidas en una situación empresarial desfavorable, sin mencionar la variada casuística de mujeres que se ven obligadas a soportar, en silencio, el acoso laboral-sexual de algunos jefes-sinvergüenzas por miedo a perder el empleo gracias a cuyo exiguo salario pueden vivir independientes o mantener a sus hijos. Todo esto también es violencia, ¿no le parece, sr. ministro? También resulta escalofriante que más del 15% de los jóvenes de menos de 30 años justifique la violencia contra las mujeres o que el 30% de las víctimas mortales por violencia de género del pasado 2011 fueran jóvenes menores de 30 años. Esto sí que es alarmante en un país avanzado como el nuestro, así que el ministro tiene tarea por delante si quiere contribuir a mejorar la condición social de la mujer española.
Hoy por hoy, quienes piensen, hombres o mujeres, que no hay que luchar más están equivocados, resignarse es siempre un error y más en estos momentos en los que las clases medias se derrumban y muchos derechos que se habían conseguido, gracias a su esfuerzo constante, y que parecían inmutables comienzan a ser pasto de las tijeras y de nuevas formas de dominación social y de sumisión política a los poderes fácticos. Hay que seguir adelante porque como canta Serrat, “de vez en cuando la vida nos besa en la boca,” aunque en estos tiempos más que besarnos nos está abofeteando a todos, pero a las mujeres en las dos mejillas.