Hace tiempo que los españoles navegamos entre el pesimismo y la incredulidad, con paradas sucesivas en el puerto de la indignación. No vemos luz alguna, ni farol que nos alumbre el horizonte y de forma inexorable los meses van dando vueltas en la ruleta del eterno retorno. La sensación inequívoca del ciudadano es que nuestro barco navega con el viento en popa a toda vela hacia un destino desconocido hasta que, de pronto, hemos atracado en el borde del precipicio, un lugar inexplorado, cuya existencia había sido reiteradamente negada y al que llegamos en la tarde del pasado sábado a la hora de la siesta, después de que Europa nos lanzara un ancla para inmovilizar nuestra errante navegación.
Hace tiempo que estamos intervenidos y en este rescate, se diga lo que se diga, el aceite de ricino lo vamos a tomar nosotros ya que los 100.000 millones de euros que se van a utilizar para reflotar nuestro sistema financiero están respaldados por el Tesoro del reino de España, es decir, solidariamente por todos nosotros. Ya vamos aprendiendo que cuanto más se niega una cosa por el gobierno más posibilidades existen para que se haga realidad. Antes la crisis no era crisis y ahora el rescate no es rescate sino una bicoca que nos han traído los reyes magos transfigurados en Merkel, Durao Barroso y Mario Draghi y todo ello sin remitirles carta alguna porque España no iba a claudicar pese a haber estado mintiendo casi (sólo casi) como Grecia. Tras el glorioso rescate Mariano Rajoy, declaró: -ahora que todo está solucionado me voy a Polonia al fútbol. Y se fue sin decirnos la verdad, lo único que puede tranquilizar a mercados y ciudadanos. Hubiera sido una valentía por su parte dirigirse a la nación y explicar más o menos lo siguiente:
– Queridos compatriotas en el día de hoy he tenido que solicitar ayuda a Europa ya que nosotros solos no podemos afrontar el progresivo deterioro de nuestros bancos consecuencia de una gestión censurable y fraudulenta. De no taponar esta herida será el Estado español el que se tendrá que declarar en bancarrota. No es una buena noticia pero es la menos mala que podemos ofrecer. No obstante, no quiero engañar a mis conciudadanos, esta declaración de principios del Eurogrupo es sólo el primer paso de un largo y penoso camino que todavía nos queda por recorrer. Vamos a supervisar de forma vigilante que se garanticen los ahorros de los impositores y que el crédito vuelva a dar aliento a autónomos y pymes. Pese a las condiciones favorables del préstamo, las reformas van a continuar. Esta es la letra pequeña: habrá que subir el IVA, ampliar la edad de jubilación, suprimir diputaciones y fusionar ayuntamientos, exigir mayor austeridad a las autonomías y reformar la cobertura del desempleo. Trataremos sobre todo de preservar los pilares básicos de nuestro sistema como son la sanidad y la educación, etc.… Prefiero contarles yo la dura y penosa verdad, antes de que se tengan que enterar por la prensa extranjera o por las declaraciones de Angela Merkel. Les pido disculpas por tener que hacer lo contrario de lo que prometí. Esto va a ser duro pero España es un gran país y vamos a salir adelante.
Nada de esto ha ocurrido aunque esto es lo que va a ocurrir. Rajoy y sus asesores se fueron a Polonia al fútbol a dar saltos de alegría y mientras Cesc metía el gol del empate, los españoles comenzamos a conocer la verdadera dimensión del gol que nos habían metido a nosotros en propia puerta. Por primera vez, en la historia de esta crisis, mercados y ciudadanos coinciden, nadie se cree el cuento que nos están vendiendo y así es imposible restaurar la confianza. Como dijo Jacinto Benavente, “la peor verdad sólo cuesta un gran disgusto. La mejor mentira cuesta muchos disgustos pequeños y al final, un disgusto grande”. No lo olvide, sr. Presidente, los españoles hartos de mentiras se encuentran ya al límite de la paciencia.