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Vientos del pueblo

Creo que no podemos permitirnos el desánimo porque aunque haya pocas noticias para la esperanza hay que tirar de ella a fin de avistar otro futuro menos negro que el que nos ofrecen. Sería realmente sorprendente que, cuando se analice esta crisis a la luz de la historia, en el balance haya más detenidos por ejercer democráticamente el derecho constitucional a protestar y disentir de la acción del gobierno que causantes del desaguisado. No han sido molestados por cargas policiales ni se les apaleado con diligencia hasta conducirlos a prisión a ninguno de los protagonistas del expolio a las cajas de ahorro, ni a los que han saqueado las arcas públicas, ni a tantos otros corruptos y sinvergüenzas que a montones habitan en nuestro suelo patrio. Las fotos de estos señores siguen estando en la nómina de muchos consejos de administración, en cargos públicos o cobrando pensiones millonarias y todavía hoy se atreven a darnos lecciones cuando, como en el oeste americano, debieran circular sus fotos con una leyenda que diga “se busca”.

Estos días, algunos aparentan estar preocupados por la imagen que se transmite de España en el exterior y cargan las tintas sobre las repercusiones en la prensa extranjera de las protestas callejeras de estos días en Madrid. El propio presidente del gobierno, Mariano Rajoy, poco propenso a las declaraciones públicas en momentos de dificultad, ha alabado la “responsabilidad de los que no se manifiestan”, como si el hecho de hacerlo fuera cosa de antipatrias o de malos ciudadanos que quieren que España se hunda. Es cierto que millones de ciudadanos, muchos más que manifestantes, votaron a su partido y muchos más no han participado en los actos de protesta de estos días, pero de ahí a considerar que todos ellos están más de acuerdo con sus recortes que con el espíritu que anima a los indignados de estos días en Madrid va un largo trecho.

La forma inadecuada, ineficaz y titubeante de atajar esta crisis por los diferentes gobiernos está produciendo una sangría social tan grande que tenemos el país lleno de tantas víctimas anónimas, de tanta gente desorientada y desesperada que no es posible que se les exija por el gobierno más responsabilidad, sacrificios y entereza que a los responsables del desatino. La gente con agallas de este país es la que está malviviendo de un subsidio, de la pensión de los padres, de los ahorros de toda la vida, de la solidaridad de amigos vecinos o de organizaciones no gubernamentales.

Se impone a mi juicio una reflexión más profunda que la que están haciendo los responsables políticos que miran al pueblo, que dicen representar, desde el asiento del coche oficial asombrados de que protesten contra ellos, como si discrepar además de molesto fuera un delito. Estos días, por el 80 cumpleaños del presidente Suárez o el fallecimiento de Santiago Carrillo, se ha recordado el espíritu de la transición. En aquellos momentos las calles también estaban llenas de manifestantes y no siempre se compartían ni todos los lemas, ni todos los comportamientos, ni todas las reivindicaciones, probablemente ahora tampoco, pero flotaba en el aire una necesidad de producir cambios profundos y ese fue el nexo de unión que precipitó el acuerdo constitucional y democrático del que somos herederos. Digamos que una nueva pulsión de cambios impregna no sólo las calles sino las conciencias de una gran mayoría de españoles. Bajo el lema “democracia real ya” se esconde la necesidad de transformar aquellas cosas que sabemos que han fallado: controles severos contra cualquier forma de corrupción, forma de elección de representantes, larga permanencia en los cargos… y junto a ello una evidente certeza de pérdida de derechos, de estrangulamiento de servicios públicos básicos unidos a un empobrecimiento general de la población que ha conducido a muchos a la injusta frontera de la exclusión social.

Puede que algunos no quieran verlo pero España está hoy ansiosa de profundos cambios. No lo duden, ese soplo de frescura es el verdadero viento del pueblo que cantan los poetas.

María Antonia San Felipe

Sobre el autor

Funcionaria. Aficionada a la escritura que en otra vida fue política. "Entre visillos" es un homenaje a Carmen Martín Gaite con esa novela ganó el Premio Nadal en 1957, el año en que yo nací.


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