Desde lugares estratégicos se mira el paisaje y en los días claros el horizonte se dibuja con tal precisión que uno cree que puede tocar hasta el futuro con las manos. Ver hacia donde caminamos produce una tranquilidad que no se siente, ni presiente, cuando el horizonte queda cubierto por la niebla y la tormenta. Podemos decir, que en España y en Europa, hoy por hoy habitamos instalados en una permanente niebla. No hay duda, la última encuesta del CIS confirma el pesimismo de los españoles. Se incrementa hasta el 92,3% el número de los que creen que la situación económica es mala o muy mala y también crece hasta el 41,2% el porcentaje de los que consideran que dentro de un año la situación estará peor. En casi una regla no escrita de nuestra cultura la creencia de que el esfuerzo siempre encuentra recompensa pero, hoy por hoy, el problema es que el sacrificio se ha hecho, que el mayor peso ha caído sobre la parte baja de la pirámide, que se están renunciando a muchas cosas cada día pero no parece que la niebla despeje, nadie ve claro el futuro y, lo que es peor, muchos comenzamos a preguntarnos hacia dónde caminamos y cuál es la verdadera identidad de los que dirigen nuestros destinos.
Este mes acabamos de superar la cifra de más de cinco millones de parados registrados en las oficinas del INEM, ¡esto sí que es histórico! y pese a la cacareada reforma financiera, el crédito sigue sin circular para autónomos, pequeñas y medianas empresas, comercios y proyectos de autoempleo. Ambos parámetros son en sí mismos una bomba de relojería en cualquier país y en cualquier época de la historia. Si este es el resultado de no destinar recursos para reactivar el crecimiento no descartemos cualquier reacción de la ciudadanía por inconveniente que le parezca a la Troika gobernante. Europa fue para los españoles un horizonte deseado porque traía libertad, bienestar y una cierta redistribución de la riqueza. No hay duda de que Alemania y España no son hermanas gemelas pero el milagro económico alemán de los últimos años se basa en mini-empleos que mantienen a entre 7 y 9 millones de trabajadores, que cotizan a la Seguridad Social pero que trabajan menos de 40 horas al mes a precios ridículos la hora. La cifra de paro alemán terminó 2012 con un histórico 6,8%, pero está claro que sólo la desesperación y el miedo a la exclusión social puede llevar a aceptar condiciones laborales de semiesclavitud.
La vieja Europa fue durante años un espacio imperfecto pero en él habitaba una mayoría social que se sentía protegida y esperanzada con su futuro, pero si no hay un golpe de timón en el gobierno europeo veremos que se está construyendo una Europa menos democrática, menos social, más injusta, más pobre y desde luego menos común. Cuando digo menos común quiero decir que cada uno piensa en lo suyo y al parecer nadie piensa en lo de todos. La Eurozona está en recesión pero pese a que todos los economistas y una gran variedad de analistas aconsejan tomar decisiones que impulsen el crecimiento, observamos que toda Europa está paralizada por el ajuste fiscal y no se adoptan otras medidas porque se está esperando a que Angela Merkel gane las elecciones de nuevo en Alemania donde un nutrido grupo de euroescépticos que abogan por echar del euro a los países del sur de Europa están avanzando progresivamente en las encuestas. Es decir, una vez más el interés común se sacrifica a los intereses políticos de un partido, en este caso de la canciller Merkel, que gobierna Alemania y Europa sin que nadie le rechiste. Si la nueva Europa que quieren construir los poderes económicos es una unión política autocrática en la que se instale la incertidumbre y la desesperanza habrá que movilizarse para construir otro futuro. Sería terrible que cuando se disipe la niebla descubriéramos que nos han robado el horizonte.