El día 7 de julio de 2013, San Fermín, en Pamplona el primer encierro se celebró puntualmente a las 8 de la mañana con toros de la ganadería de Alcurrucén, hubo emoción pero no heridos. A esa hora el diario El Mundo ya había soltado sus propios astados que recorrieron al trote su particular calle de la Estafeta corneando a troche y moche a toda la cúpula dirigente del Partido Popular. Cuentan las fuentes bien informadas que temiéndose lo peor, María Dolores de Cospedal, en vez de sobres, había repartido convenientemente los pañales que Luis Bárcenas, “el cabrón” (con perdón) les había enviado desde la cárcel de Soto del Real, al tiempo que remitía a Pedro J. Ramírez la primera entrega de la contabilidad obscena del Partido Popular. Ese libro plagado de ingresos ilegales y de pagos fraudulentos no se entrega al Tribunal de Cuentas para que lo audite porque teóricamente nunca existió. Lo desvelado es la prueba fehaciente de cómo se corrompen los dirigentes sin escrúpulos que saquean el dinero público con la excusa de que nos construyen puentes, parques o carreteras a precios muy superiores al precio real. No es de extrañar que mientras se disparaba el difícil público se iba incrementando el holgado nivel de vida de los altos cargos de un partido que se autoproclamaba enemigo de la corrupción. Está claro que ellos si han vivido por encima de sus posibilidades.
En este particular encierro, dirigido por Bárcenas y patrocinado por Pedro J., el balance arroja un número amplio de heridos y múltiples contusionados. Está claro que los toros salieron en puntas y sin afeitar y que hubo momentos de pánico en el recorrido de tan particular encierro. Una vez a salvo, detrás de las tablas, se pudo comprobar que entre los heridos estaban Rato, Mayor Oreja, Javier Arenas, Paco Cascos y algún otro, pero el más grave de los arrollados, a simple vista y antes de recibir cuidados médicos, era Mariano “el silencioso”. No es de extrañar que desde el domingo el Presidente del gobierno, amigo del jefe de lidia desde hace años, no haya recuperado el don de la palabra salvo para explicar que en este país sólo se habla de tonterías y no de lo importante, como si saquear el dinero de nuestros impuestos debiera premiarse con dos orejas, el rabo y salida a hombros desde el centro del redondel.
Resulta llamativo escuchar las variadas ocurrencias y mentiras con las que cada día intentan hacernos comulgar con ruedas de molino los diferentes portavoces del PP. Cuanto más apesta la basura y más evidente es la ciénaga moral más intentan convencernos de que huele a colonia y a cumplimiento estricto de la legalidad. Ya nada nos resulta sorprendente porque la verdad cada día es más clamorosa por mucho que traten de ocultarla. A mí lo único que me resulta sorprendente es como a estas alturas de una película, con aroma a mafia siciliana, todavía nuestra paciencia de ciudadanos burlados resiste sin estallar.
En cualquier país verdaderamente democrático este escándalo habría hecho caer al gobierno hace tiempo, por ejemplo el día que nos explicaron por qué pagaban la nómina de Luis Bárcenas antes de despedirlo en diferido, cuando en realidad lo que estaban comprando a plazos era un silencio que ya por entonces hablaba con más contundencia que la contabilidad publicada por El Mundo. No es de extrañar que la amiga del alma de Rajoy, Esperanza Aguirre le haya animado a confesar las irregularidades contables si es que existieron, porque es mejor ponerse rojo una vez que ciento amarillo. Cuanto más largo sea el silencio más dolorosa resultará la verdad y más inaceptable para un país que ya no soporta más tanta falta de vergüenza y decencia pública. Está claro que el tema no va a acabar aquí, la primera cornada propinada al presidente del gobierno lo ha dejado sin habla y si no recupera la palabra para confesar la verdad debe presentar la dimisión y convocar elecciones antes de que la fiesta termine, como es tradición, con la traca final.