La constatación evidente de que los dos grandes partidos, PP y PSOE, han perdido cinco millones de votos desde las europeas de 2009, con una participación semejante, pesa como una losa en los cuarteles generales de ambas formaciones hasta ahora dueñas absolutas del escenario político nacional. Por tanto, el resultado de la pasada contienda electoral arroja más damnificados que ganadores. Incluso los supuestos triunfadores exhibían una sonrisa forzada en la noche de autos ya que todo emanaba un fuerte olor a derrota. Aunque ya saben, Mariano Rajoy permanece impertérrito ante el desgaste y no tiene intención de modificar su política aunque, en la intimidad, seguro que tienen encendidas todas las alarmas del chiringuito de Génova, cuya reforma fue financiada, según la instrucción del juez Ruz, con dinero negro procedente de apaños ilícitos. Creen haber salvado los muebles y se sienten ratificados en sus recortes sociales, aunque al día siguiente el FMI ha vuelto a pedirles una vuelta de tuerca más. Veremos hasta donde aguanta la paciencia porque otra taza de aceite de ricino puede incendiar las calles.
Al otro lado, el PSOE ha cosechado una derrota histórica, en un partido histórico que lleva demasiado tiempo dando más importancia al aparato interno de su estructura de poder que al verdadero poder de la calle del que provienen las ideas, la frescura y la intuición para cambiar la realidad. Sin olvidar que, desgraciadamente, muchos de los principios de su ideario han sido traicionados por falsos socialistas que han enfangado el recuerdo del verdadero Pablo Iglesias. Rubalcaba ha tenido que rendirse a la evidencia, los votantes querían cambios y los cambios no llegaban. Comprobada la enorme distancia con la calle y perdidos millones de apoyos, ahora todos los dirigentes socialistas quieren votos directos para cualquier cargo, incluidos aquellos que han salvado el suyo gracias al voto delegado y tras haber amordazado a la militancia. En fin, las circunstancias mandan y las opiniones las impulsa el viento que sopla y el sol que más calienta. Veremos si, a medio plazo, recuperan el pulso de la calle y la confianza de sus defraudados votantes.
De los pequeños partidos poco hay que decir. Quienes se creían estrellas del firmamento, como Rosa Díez, brillan menos de lo esperado porque de pronto ha surgido con fuerza un partido desconocido, PODEMOS, con un líder que se ha mostrado muy atractivo para el electorado, que ha superado a UPyD y casi alcanza a IU. Un nuevo Pablo Iglesias ha irrumpido en el escenario político tras cosechar el voto de mucha gente defraudada y descreída. PODEMOS ha reunido las voluntades de quienes añoran cambios profundos en nuestra democracia y que no se sentían identificados con sus partidos de siempre. Quienes les han votado querían que su voto se oyera. Por la reacción de los dirigentes de otros partidos parece que el mensaje esta vez ha llegado alto y claro. Es muy pronto para decir si PODEMOS va a conseguir fraguar como proyecto de cambio entre la sociedad, eso lo dirá el tiempo. Para consolidarse necesita estructurarse en todos los territorios y no resulta tarea fácil conseguirlo ni encontrar líderes atractivos en los diferentes pueblos y ciudades de España. De momento ha suplido con imaginación su falta de recursos y concentrado el voto del descontento. A juzgar por las opiniones tan airadas y las críticas tan ácidas que ha cosechado, tengo la impresión de que a Pablo Iglesias Turrión lo están reforzando como líder político y ayudando a consolidar su partido. Cuanto más furibundos sean los ataques más reforzarán la identificación con sus propios votantes. Si alguien no lo conocía, al concluir esta semana va a tener un elevado grado de popularidad y aceptación entre la ciudadanía. Está claro que el domingo hubo un terremoto político en España, todavía no conocemos sus consecuencias, pero hay una cosa clara, las cosas cambian sólo cuando la gente quiere y el cambio de nuestra democracia ha comenzado. Lo digo por si alguno todavía no se ha enterado.